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«He buscado a la persona detrás del héroe en que se convirtió Alejandro»

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JOSÉ áNGEL MAÑAS

AUTOR DE «EL SECRETO DEL ORÁCULO»

José Ángel Mañas (Madrid, 1971) comenzó su carrera literaria en 1994 con ``Historias del Kronen'', obra que optó al premio Nadal y fue llevada posteriormente a la gran pantalla. Aunque se siente especialmente cómodo dentro del relato realista, ha decidido dar el salto al terreno de la novela histórica, de la mano de la figura de Alejandro Magno.

Izaskun LABEAGA | BILBO

«Generosidad, atrevimiento, arrojo, valentía y engreimiento» definen, en palabras del escritor José Ángel Mañas, la personalidad del protagonista de su nuevo trabajo. ``El secreto del Oráculo'' (Destino) comienza con Alejandro Magno en su lecho de muerte, rodeado por los fantasmas de aquéllos que perecieron por su causa.

Alejandro murió con 33 años. ¿Sus logros se debieron a que, como dice, tuvo más suerte que Julio César y Napoleón juntos?

El éxito de una persona en una empresa se debe siempre a muchos factores conjuntados. En el caso de los logros de Alejandro se confabularon una personalidad perfectamente adecuada a la empresa emprendida (era joven, enérgico, valiente hasta la temeridad, un estratega experimentado y con gran carisma) y unas circunstancias extremadamente favorables: digamos que estuvo en el momento y en el lugar adecuados. En esa época el Imperio Persa era, por emplear una expresión coloquial, una «perita en dulce»: tenía una extensión desmesurada, un caos administrativo tremendo y problemas sucesorios graves; en definitiva, era «un gigante con pies de barro» y el propio Filipo comprendió que los ejércitos griegos, siendo los más disciplinados y potentes de la época, incluso en inferioridad de número, podrían, si se unían, vencerlo con más facilidad de la que nadie esperaba. Él leyó correctamente la situación y Alejandro puso toda su juventud, su energía, su carisma, su arrojo y su suerte, que no era poca, al servicio de la empresa.

El conquistador se convirtió en un mito ya en la Antigüedad. Han llegado hasta nosotros retratos idealizados de su persona. ¿Ha sido su objetivo desmitificar esta figura volviéndola más humana?

He procurado buscar a la persona detrás del héroe. Con figuras históricas tan enormes, uno corre el riesgo de mitificarlas. Es lo que han hecho casi todos los biógrafos de la Antigüedad y muchos de los posteriores. Yo he procurado equilibrar en la balanza las grandezas del personaje con las evidentes miserias, que también las tuvo, sobre todo al final. Quizás mi punto de partida fue un juicio que hizo Béethoven de Napoleón el día en el que le llegó noticia de que éste se había hecho coronar emperador. Entonces Béethoven, que hasta ese momento había sido un admirador del primer cónsul, exclamó: «Ah, entonces es que es un hombre vulgar''. Yo tiendo a pensar que Alejandro, tal y como terminó actuando, cuando una vez conquistó el Imperio se endiosó literalmente, obligando a todo el mundo a rendirle culto como a una divinidad, y cuando se mostró incapaz de refrenar mínimamente sus pulsiones, demostró ser una persona bastante banal y, en el fondo, acabó convertido en un tirano vulgar y corriente. Quizá ese juicio general, basado sobre todo en sus excesos postreros, ensombrece los momentos de grandeza del personaje.

La influencia de Aristóteles sobre Alejandro fue enorme, aunque no siempre siguió sus enseñanzas. ¿Cómo fue la relación entre ambos?

Aristóteles procuró tutelar una naturaleza difícil. Yo siempre digo que a Aristóteles le pasó como a Platón. Platón tenía ese mito del filósofo-rey y procuró educar, amaestrar a este tirano de Siracusa y le salió el tiro por la culata. Aristóteles, por su parte, intentó algo parecido con Alejandro, y le ocurrió tres cuartos de lo mismo. Eso prueba, a mi entender, que entre el poder y la filosofía siempre puede más el poder.

¿Qué añade su novela a lo que el lector puede encontrar ya en los libros de historia?

Es más vívida, más sensorial y más sentida que un relato de historia. Permite oler la sangre de las batallas y penetrar en los sentimientos y en los pensamientos de los personajes. Me parece que es otra cosa y que ha de enjuiciarse artísticamente con independencia de la historia en la que me baso.

¿Cuáles son las licencias que se ha permitido?

Unas cuantas. Digamos que en toda novela histórica hay una parte de novela (ficción) y una parte de historia (realidad). En este caso yo diría que hay como un 80% de hechos fidedignos y un 20% de imaginación, de novelización. Ha habido momentos en los que he tenido que manipular la realidad histórica para que se adecuara a mis necesidades expresivas y lo he hecho con la misma libertad que puede tener un director de cine que adapta una obra literaria.

¿Cuáles diría que son las normas que debe cumplir una novela de carácter histórico?

No lo sé. Yo defiendo la libertad del creador con respecto al material en el que se basa. Si siente la necesidad de ser fidedigno al 100%, estupendo; si siente la necesidad de modificar, también. Me parece que los Cristos de Scorcese y de Mel Gibson son visiones válidas del personaje, en términos artísticos, independientemente de la fidelidad. No espero de ellos la misma precisión que de un historiador.

Ha tratado de ofrecer una lectura contemporánea.

He procurado que el estilo sea moderno, y la lectura que hago del personaje es psicologizante. Pero el reto era mucho más traducir las idiosincrasias de la época a mis contemporáneos, que proyectar la realidad actual sobre la historia pasada.

«El secreto del Oráculo», ¿por qué ese título?

Porque la novela pivota en torno a lo que pudo decirle el Oráculo del oasis de Siwah cuando Alejandro lo visitó en febrero del 331 a.C. Es la anécdota seminal de la novela. Se sabe que Alejandro entró esperando escuchar una revelación sobre su destino, se sabe que estuvo solo, que salió y que aquello lo afectó de tal manera que a partir de ese momento cambia su comportamiento y la Conquista se convierte en una delirante huida hacia delante. En fin, ese es el enfoque que yo he tomado en mi novela. Le he dado muchísimo peso.

A muchos lectores les habrá sorprendido descubrir su firma en una obra como ésta. ¿Cree que puede haber conectado con nuevos públicos?

Espero que sí. Me gustaría, vamos. Y al mismo tiempo me gustaría no decepcionar a los lectores de mis anteriores novelas. No sé si las dos cosas son posibles pero bueno. Veremos.

FICCIÓN

«Me parece que los Cristos de Scorcese y de Mel Gibson son válidos, en términos artísticos. No espero de ellos la misma precisión que de un historiador»

HUMANO

«Yo he procurado equilibrar en la balanza las grandezas del personaje con las evidentes miserias, que también las tuvo»

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