Reivindicación histórica de las selecciones de Euskal Herria en Bilbo
Cientos de deportistas y miles, muchos miles de hombres y mujeres dejaron bien claro y dijeron bien alto ayer en Bilbo que el deseo de que se garantice de una vez por todas el derecho de las selecciones de Euskal Herria a competir en campeonatos oficiales es masivo. Quien hasta ayer tuviera alguna duda al respecto, seguro que cambió de opinión tras ver y vivir la jornada vespertina, reivindicativa y deportiva, tanto en las calles de Bilbo como en San Mamés. Si algo quedó claro ayer es que la oficialidad, el anhelo de tener una selección de Euskal Herria de fútbol (y por extensión del resto de deportes) no es, en absoluto, un capricho de unos pocos deportistas mal informados y formados, como el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, por ejemplo, quiso transmitir. Despreciar así a unos deportistas que sí están dispuestos a dar lo que algunos partidos y las instituciones de esta nación dividida no son capaces de dar no es de recibo ni es aceptable. El problema para quienes han tratado de sacar de tiesto la supuesta polémica en torno al cambio de nombre (alentándola interesadamente para tratar de retirar del foco la reivindicación fundamental) es que, con su ejemplar actitud, esos deportistas se han convertido en los mejores portavoces del sentir mayoritario de esta sociedad. Ahí está la clave. Como tantas otras veces, las instituciones siguen poniéndose sorprendente y significativamente nerviosas cuando la sociedad reclama su derecho a ser escuchada y, en consecuencia, reclama pasos y compromisos ante reivindicaciones compartidas por la inmensa mayoría de este pueblo.
En este sentido, la entrevista que este periódico realizaba este pasado viernes a Iñaxio Kortabarria y Mikel Aranburu, como exponentes de la continuidad generacional de esta reivindicación, era ciertamente elocuente y esclarecedora. «Lo raro es que en lugar de apoyarnos se metan con nosotros de esa manera», respondían a GARA. Y es que, ¿por qué molesta tanto esta reivindicación? Reclamar la oficialidad de nuestras selecciones es una exigencia de todos, no sólo de los jugadores, y el nombre de selección de Euskal Herria sólo podría molestar a quien no desea realmente que este país tenga un futuro propio.
No vale sacarse la foto si no se le da contenido
Instituciones como el Gobierno de Lakua han podido tomar el testigo que la sociedad reclamaba durante demasiados años, y no lo han hecho. Aprovechar el partido para firmar, en el mismo cesped de San Mamés, un documento en el que se propone cooperar con Galiza y Catalunya en cuestiones deportivas y fomentar la presencia internacinoal de las respectivas selecciones no sirve de nada si, luego, a lo largo del año, no se hace absolutamente nada para lograrlo, si no se habla con los deportistas para encauzar las reivindicaiones, si no se adoptan compromisos reales ante la sociedad. No sirve de nada buscar la fotografía fácil si no se le piensa dar contenido; y, desgracidamente, hasta ahora esto es precisamente lo que ha ocurrido. El escarmiento de todos estos años por la incapacidad, inoperancia y falta de voluntad de las instituciones debe servir para mantener bien alta la presión. No sirve de nada que las instituciones de turno se limiten a recordar al Estado español que se tiene ésta u otra competencia si no se está dispuesto realmente a hacer nada para luchar por un derecho.
Lo que ayer se vio en Bilbo permite reactivar la esperanza y debe ser un aldabonazo en toda regla para todos los agentes que pueden y deben apretar el acelerador. Pero, sobre todo, debe servir para que la sociedad sea consciente cada vez más, de que su impulso cuenta como el mejor de los acicates.
Que Euskal Herria apoya a sus deportistas es algo tan obvio que quienes arremeten tan burdamente contra ese sentimiento salen realmente malparados en la fotografía de estos días.
«Nazio bat, selekzio bat»
En realidad es muy simple: «Nazio bat, selekzio bat». La imagen que incluimos en nuestra primera página de hoy es elocuente, y su importancia se acerca mucho a la famosa imagen de Iribar y Kortabarria con la ikurriña. Y es un lema y un objetivo que van mucho más allá del meramente deportivo. La exigencia de que se reconozca a este país, de que también en el tema deportivo se supere la partición territorial y administrativa, es compartida por la mayoría de la sociedad vasca, que exige a sus instituciones y a los partidos políticos que empiecen a crear las federaciones deportivas de Euskal Herria para que las selecciones que surjan a partir de ahí puedan competir oficialmente a nivel internacional. Y esto exige enfrentarse y confrontarse, todos juntos.
Esto exige mucho más de lo que algunos políticos han demostrado estos días. ¿Qué confianza puede tener la sociedad en que determinados políticos defenderán los derechos de Euskal Herria si ni tan siquiera son capaces de enfrentarse al Estado español y al Estado francés en el tema de las selecciones deportivas?
El alejarse cada vez más de las reivindicaciones de la sociedad es su opción, pero ello no les legitima para tratar de frenarlas como sea. La respuesta que miles de vascos dieron ayer en Bilbo fue rotunda.