CRÓNICA Elecciones en Georgia
Saajachvili busca sortear la crisis a lomos de la OTAN
La República caucásica de Georgia celebra hoy simultáneamente elecciones presidenciales y un referéndum sobre la adhesión a la OTAN. El actual presidente, Mijail Saajachvili, busca así asegurarse la victoria y conjurar la grave crisis política del pasado noviembre que derivó en protestas populares y en la instauración del estado de excepción.
La imagen de un joven «revolucionario» entrando en el Parlamento, una rosa en la mano, fue aireada por Occidente en 2003 como un modelo a emular en otras repúblicas ex soviéticas.
Cuatro años más tarde, el mismo Mijail Saajachvili no dudó en ahogar a garrotazos una revuelta popular que exigía simplemente democracia.
Este abogado de 40 años de edad, héroe proestadounidense y «bestia negra» para Rusia, aspira a su reelección en las presidenciales anticipadas de hoy.
A la cabeza de un movimiento de protesta con abiertos apoyos -económicos y políticos- desde Occidente, Saajachvili derrocó a su antiguo mentor, el ex ministro soviético de Exteriores Eduard Sheverdnadze, tras unas elecciones que denunció como fraudulentas.
La Revolución de las Rosas sería imitada un año más tarde por la Revolución Naranja de Ucrania y, en 2005, por la Revolución de los Tulipanes en Kirguizistán.
Pero como pronto quedó patente en esta última república centroasiática y también ex-soviética, el «revolucionario pro-occidental» no tardó en desvelar el alcance de su visión de lo que es la democracia. En las presidenciales de 2004 «venció» con un 96% de los votos.
El politólogo ruso Fedor Lukianov, señala que su régimen, «basado en el carisma de un líder es hoy más parecido al ruso que al ucraniano».
«Había más pluralismo bajo Sheverdnadze, porque este último era más débil. Saajachvili ha reforzado el Estado y el Ejército, ha reducido la corrupción y ha puesto en marcha algunas reformas. pero no se ha sometido a los métodos democráticos», coincide Alexandre Iskandarian, especialista de la política del Cáucaso desde Erevan, capital de Armenia.
Su imagen de «demócrata» quedó en evidencia por su gestión de la crisis en noviembre: las manifestaciones de la oposición fueron dispersadas por la Policía con brutalidad. La televisión no controlada por el Gobierno fue tomada al asalto y el propio presidente no dudó en decretar el estado de excepción.
«Hay que saber imponer el orden», aseguró sin despeinarse en una reciente entrevista en la edición rusa de la revista «Newsweek», en la que aseguraba que el autoritarismo, el mismo que él denunció en 2003, es ahora imposible «en un pequeño país como Georgia».
El fantasma ruso
Saajachvili trató de conjurar la grave crisis política adelantando las elecciones presidenciales y haciéndolas coincidir con un referéndum sobre la adhesión del país a la Alianza Atlántica.
Habida cuenta de que sólo una ínfima minoría de los electores recelan de entrar a la OTAN -y de profundizar en sus relaciones con Occidente- y de que esta adhesión sigue ya un procedimiento prefijado, todo apunta a que el actual presidente georgiano busca mantenerse en el poder cabalgando sobre las atávicas reservas de la población georgiana hacia su vecino gigante ruso.
Pese a la maniobra abiertamente electoralista, los sondeos oficiales no auguran esta vez más de un 40% al mismo Saajachvili que venció a la turkmena hace sólo cuatro años.
La sociedad georgiana, sumida en la pobreza y con una tasa de desempleo de en torno al 50%, no oculta su hartazgo y desilusión. Un hecho que la oposición aspira a capitalizar, aunque comparece muy dividida.
La coalición que dirige su antiguo aliado y hoy opositor Levan Gatchetchiladze aparece segunda en las encuestas con un 10% de preferencias de voto. Le siguen otros cuatro candidatos. Sólo una de ellos, Irina Sarichvili-Tchanturia, es contraria a la adhesión a la OTAN. El resto son una amalgama de antiguos aliados de Saajachvili y de personalidades políticas que se mantuvieron más o menos al margen de los maquiavélicos sucesos de la Revolución de las Rosas.
Dabid LAZKANOITURBURU