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CRíTICA clásica

Percusión, violín y trompa, protagonistas con la EGO

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Montserrat AUZMENDI

Tras diez años de andadura, la Joven Orquesta de Euskal Herria (EGO) se ha consolidado como una pieza esencial para la formación musical orquestal de los jóvenes músicos de nuestro país. No es fácil para un instrumentista novel encontrar el modo de hacer «rodaje», de adquirir experiencia en una formación orquestal. Y en este punto precisamente se encuentra nuestra EGO, como orquesta iniciática en la que los músicos pierden el miedo al escenario, se amoldan a la disciplina del grupo y reciben una formación de gran valor para su futuro profesional.

Ahora bien, precisamente esta característica de la EGO, la de servir de rodaje de jóvenes músicos, los cuales permanecen en la misma durante un tiempo limitado para dar paso a otras remesas de instrumentistas, hace que sea complicado valorar desde el punto de vista crítico cada una de sus actuaciones.

Así, el jueves, en el concierto que ofrecieron en el Kursaal, lo más destacable -además del innegable talento de las solistas- fue el empeño de toda la agrupación por dar lo mejor de sí misma, aunque el resultado final no fuera todo lo brillante que se hubiera deseado.

El concierto estuvo trufado de sorpresas. Además de las dos obras anunciadas en el programa, se ofrecieron, a modo de entremeses, dos breves obras a cargo de cinco percusionistas de la Joven Orquesta. La primera de ellas, una versión de Bach, contó con algunos errores de sincronización, a pesar de los cuales resultó bonita. La segunda, «Recuerdos de la Alhambra», de Tárrega, salió bastante más lograda que la anterior, con unos efectos sonoros realmente atractivos.

Dentro ya del programa anunciado se interpretó en primer lugar el «Morceau de concert op. 94» de Saint-Saëns, contando como solista de trompa con la tolosarra Ekhiñe Olano. Ekhiñe tuvo una buena actuación, en la que demostró solidez musical, un sonido hermoso y una gran ductilidad en su conjunción con la orquesta. Flojeó algo en los pasajes de figuración rápida, y quizá desde el punto de vista expresivo le faltó algo de arrebato, pero tiene sin duda un gran futuro por delante.

A continuación, la Joven Orquesta de Euskal Herria interpretó «Las cuatro estaciones, op. 8» de Vivaldi, una obra siempre agradable de escuchar, pero de la que es tremendamente difícil dar una excelente versión. En esta ocasión, la orquesta resultó demasiado plana, sin variedad dinámica y carente de espíritu. Por otra parte, el vídeo que acompañó la actuación, con imágenes correspondientes a cada una de las estaciones del año, no aportaba gran cosa al espectáculo y sí distraía respecto de lo que de verdad interesaba, la música. Eso sí, la solista, la donostiarra Claudia Bak, estuvo muy segura en su papel, muy afinada, virtuosa cuando la ocasión lo requería así como expresiva y musical.

Ofrecieron una propina curiosa y delicada, en la que de nuevo el protagonismo recayó en el quinteto de percusionistas, y que hizo las delicias del público asistente (no muy numeroso, por cierto).

Ficha

Agrupación: Joven Orquesta de Euskal Herria (EGO).

Director: Juan José Ocón.

Solistas: Ekhiñe Olano (trompa) y Claudia Bak (violín).

Programa: Obras de Saint-Saëns y Vivaldi.

Lugar y fecha: Auditorio del Kursaal, Donostia. 03.01.08.

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