LA JORNADA Alejandro Nadal 2008/1/2
El monstruo ocupado
Es buen tiempo para leer el poema escrito hace más de 50 años por E. E. Cummings. Nunca hay que apiadarse del monstruo ocupado, dice el poeta. Produce cosas, pero no puede hacer que nazcan. Es la (in)humanidad, afirma Cummings, que vive endiosada en la creencia de su grandeza a pesar de su pequeñez y vive sometida a esa enfermedad confortable que llamamos civilización. (...)
Cierto, la abundancia de mercancías y de riqueza material es sorprendente, aunque todos sabemos que coexiste con una desigualdad igualmente impresionante. Eso ya debería ser una razón suficiente para cuestionar el sentido de «nuestra» civilización. Aunque muchos de esos beneficios materiales le han llegado a una parte importante de la población mundial, es cierto que la mayor parte de la población del planeta no vive en condiciones satisfactorias.
(...)Es decir, para el 85 por ciento de la población mundial el sueño de la civilización y el progreso todavía es una distante ilusión.
Lo más importante es que lo que llamamos riqueza material es resultado de un gigantesco proceso de destrucción ambiental que está provocando la mayor y más rápida extinción masiva de especies en la historia de la biosfera. Desde que surgió la vida en el planeta se han presentado cinco extinciones masivas de especies: procesos en los cuales una proporción importante de las especies existentes desaparece de la faz del planeta para siempre. La primera se produjo hace 450 millones de años y la quinta se presentó hace apenas 65 millones de años. En conjunto, esos episodios de extinciones masivas han provocado la desaparición de cerca de 98 por ciento de todas las especies que alguna vez han vivido en nuestro planeta. Ésa sí que es una estadística terrorífica.
Hoy la (in)humanidad está provocando el sexto evento de extinción masiva en la historia de la biosfera. Y este episodio está avanzando a un ritmo mucho más rápido que en los casos de otras extinciones masivas.
No cabe duda. La humanidad está teniendo el mismo impacto que el de una colisión del planeta con un meteorito (como pudo suceder hace 65 millones de años, cuando se extinguieron los dinosaurios). Pero hasta ahora, nos hemos estado preocupando por las soluciones puntuales, como reciclar materiales o ahorrar energía. Son cosas buenas, pero quizás van a ser insuficientes para revertir el proceso de destrucción porque están situadas en un plano demasiado localizado. No estamos controlando las fuerzas económicas detrás de la colosal destrucción ambiental que estamos generando. Ni siquiera aparece en el horizonte algo que se parezca a un consenso sobre cómo frenar el apetito del monstruo ocupado. (...)