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Gloria Rekarte Ex presa política

Año nuevo... ¿o cómo era eso?

Hemos entrado en 2008 igual que en anteriores: torturas, detenciones, sufrimiento... siempre buscando que no seamos, que no estemos. Pero como en muchos anteriores, tantos que son siglos, estamos, somos

Menudo jolgorio con esto del año nuevo. Y es que hasta te crece la emoción conforme avanza el día y se acerca la noche: fin de año. Por fin, qué ganas, oye, de dejar atrás este 2007, con la mala baba que ha gastado. Para cuando llegan las uvas, con los atragantamientos, el champán, ay, no, el cava, los brindis y los deseos, los besos y abrazos, las felicitaciones... te asiste la convicción de que vas a poner un punto y aparte en la vida. Como si con año que termina emprendieran viaje al pasado todas las desventuras. Año nuevo, vida nueva y todo eso.

Al día siguiente y dependiendo de la latitud (en Arbizu, por ejemplo, fue antes), la realidad te despierta a golpes, que es lo que acostumbra, y te pasa como con el PSOE o NaBai: que adiós a las ilusorias expectativas de cambio. Ahí ya nada más te queda rendirte a la evidencia: los años, lleven el numerito que lleven, no tienen vida propia, ni ganas de fastidiar ni motivos para hacerlo y nuestras vidas no se disponen desde las páginas de un calendario que amarillea en la pared de la cocina, sino desde asientos confortables y poltronas de corte institucional. O judicial.

Porque resulta que hemos entrado en el 2008 igual que entramos en el 1971, bien presente y cercano un juicio de excepción al independentismo vasco. Con los derechos de los procesados en el de Burgos tan vapuleados como los de los procesados en el 18/98; con los derechos de un pueblo, el nuestro, tan pisoteados entonces como ahora. Con el mismo ideario entonces y hoy erigido en dueño y señor de una nación que no es la suya.

Hemos entrado en el 2008 igual que en el 2004, igual que en el 2005, con la muerte de un familiar de un prisionero vasco a manos de la política de dispersión golpeándonos las entrañas. Con las mismas expectativas de que pueda ser la última. Con la misma amenaza apostada en cualquier punto de las carreteras que nos obligan a recorrer.

Ni punto y aparte, ni punto y seguido. Ni una triste coma para separar: para Euskal Herria pintan bastos hoy igual que hace 4 días, 4 años o 4 décadas. Que no quiero decir que todo siga igual, y mucho menos igual que en 1971. Hay cosas que entonces no existían, como internet, por ejemplo, y otras que han cambiado mucho, como la Policía Foral. Incluso hay cosas que han mejorado notablemente, como... bueno, pues como.... Bien, que cada cual busque el ejemplo que buenamente pueda; alguno ha de haber, no se pongan pesimistas.

Además, hemos entrado en el 2008 igual que en muchos anteriores: torturas, detenciones, represión, sufrimiento... siempre buscando que no seamos, que no estemos. Pero como en muchos anteriores, tantos que son siglos, estamos, somos. Somos una nación.

Que sí, que ya es 2008, mira tú qué bien. Algo siempre cambia. De momento el calendario de la cocina, que estaba hecho un asco, por uno impoluto y sin estrenar. Y, la verdad, eso tampoco da para jolgorios: este año ni siquiera hay puentes.

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