Los empresarios de Polonia, a la «caza» de albañiles, cocineros, mecánicos o ingenieros
La sangría de la emigración se ha convertido en un problema para la economía polaca. Mientras los trabajadores salen del país en busca de mejores salarios y oportunidades, los empresarios están a la «caza» de profesionales de los diferentes gremios.
Nacho TEMIÑO
Encontrar trabajo no es un problema en Polonia, donde las ofertas de empleo se multiplican mientras que la tasa de paro no baja del 11% porque los trabajadores ya no aceptan los bajos salarios o, simplemente, prefieren marcharse al extranjero en busca de mejores condiciones laborales.
En el lado opuesto están los empresarios, que buscan desesperadamente albañiles, mecánicos, cocineros, camareros o ingenieros, aunque encontrarlos no es fácil y en muchos casos es necesario pagar más que la competencia si se quiere retener al trabajador. «Ya nadie quiere trabajar por el salario mínimo, que es de 1.126 zloty al mes (unos 312 euros), porque lo cierto es que con ese dinero es imposible sobrevivir en Varsovia», señala el tendero Piotr Nowak, que desde hace un par de meses mantiene el cartel de «se busca empleado» en la puerta de su comercio de ultramarinos.
«El coste de la vida ha subido una barbaridad en los últimos tres años, sobre todo en la capital, donde cada vez hay más ricos pero sigue habiendo una mayoría de gente que malvive para llegar a fin de mes», añade Nowak, quien culpa de todo a los políticos y a la corrupción.
Kasia es una joven afortunada porque trabaja en una famosa cadena de hamburgueserías por diez zloty la hora (algo más de 2,5 euros), un salario estrella que se anunció a los cuatro vientos en un intento por conseguir más empleados y que finalmente dio buen resultado a la compañía.
«Esto es transitorio porque, por supuesto, cuando termine mis estudios me marcharé a Inglaterra u otro país para buscarme la vida y ganar más dinero», explica Kasia, que pronto se sumará al millón y pico de compatriotas que ya viven en Gran Bretaña, donde en algunas localidades la Policía británica ya está recibiendo cursos acelerados de polaco.
La sangría que supone la emigración masiva es otra de las causas de la dificultad de encontrar mano de obra en Polonia, donde se estima que en los últimos tres años abandonaron el país unos dos millones de personas, la mitad de ellas mujeres.
«Encontrar buenos obreros e ingenieros es muy difícil, lo que retrasa la ejecución de las obras y obliga a pagar más salarios, lo que a su vez encarece posteriormente la vivienda», explicaron representantes de promotoras españolas que trabajan en este país y que esperan que el nuevo ejecutivo ponga solución a la auténtica «fuga» de mano de obra y de cerebros.
Lo cierto es que, hasta ahora, los programas puestos en marcha por el anterior Gobierno de los gemelos Kaczynski y por el actual de Donald Tusk para facilitar el regreso de los emigrados no han dado sus frutos, mientras que los trabajadores son en este momento más necesarios que nunca para reactivar la economía.
Muchos empresarios polacos tienen la esperanza puesta en la mano de obra de países del este, especialmente de Ucrania, Bielorrusia y Rusia, como la solución a la carencia, aunque el reciente acceso de Polonia al tratado de Schengen podría dificultar la llegada de ciudadanos de estos estados vecinos, ante el endurecimiento de los controles fronterizos.
«Creo que a partir de este momento los bielorrusos, ucranianos y rusos tendrán muchas más dificultades de acceder a Europa, y hay que tener en cuenta que cada año miles de ciudadanos de estos países vienen hasta Polonia para trabajar como obreros, jornaleros o limpiadores», apunta uno de los analistas políticos del diario ``Dziennik'', Jerdrzej Bielecki. «Las visas serán más caras y, para los bielorrusos, por ejemplo, costarán 60 euros, un tercio del salario medio en ese país, todo ello sin contar con que los trabajadores tendrán que acreditar que regresarán al expirar sus permisos y cumplimentar el resto de requisitos exigidos por Bruselas», critica.
Mientras, en el horizonte aparece la celebración en Polonia de la Eurocopa de Fútbol de 2012, un evento que necesita nuevos estadios, mejores infraestructuras y cientos de hoteles, y que sin embargo se topa con la acuciante falta de mano de obra. Se ha barajado la posibilidad de que el Gobierno pueda emplear a presos para evitar que las obras se retrasen y sea otro país el que al final celebre el campeonato.