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Raul Castillo Gancedo Gasteiz

Reflexiones

La tortura no es sino la parte más escabrosa de una estrategia de estado que va más allá: la perpetuación del propio estado garante del actual estatus político. Para ello se dota de un gobierno bifásico con un solo fin: la indivisibilidad de la patria en un sistema económico de corte neocapitalista. Todo aquél o aquello que ponga en peligro estos principios es automáticamente puesto al margen de la ley. El disidente será vituperado por sus poderosos medios de comunicación. La moral no tiene cabida, la razón de estado es superior. El fin justifica los medios. Torturas, dispersión, ilegalización... en definitiva, miedo. La tortura no es casual, ni un fin en sí misma, es sólo un medio para crear un estado de incertidumbre, pasividad... miedo. Todos y todas somos torturables. La paradoja es que luego se nos exige un comportamiento moral intachable y probarlo por medio de condenas estériles. Hasta nuestra ética quieren controlar. «El gran mérito de la injusticia consiste en parecer justo sin serlo» (Platón, «Estado o República»).

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