«Monólogos velados» o los «Monólogos de la vagina» reescritos por musulmanas
Deseo, vergüenza, sensualidad, homosexualidad... «Monólogos velados», la versión de los «Monólogos de la vagina» escrita en base a testimonios de mujeres musulmanas, recorre los escenarios de Europa.
GARA | BRUSELAS
Los «Monólogos velados», actualmente en cartel en Bruselas, ilustran con humor la universalidad de las alegrías, los miedos y otros fantasmas suscitados por la sexualidad entre las mujeres, sean musulmanas o no. Inspirados en los «Monólogos de la Vagina», de la norteamericana Eva Ensler, un texto dramático que se ha representado en todo el mundo, los «Monólogos velados» de la holandesa Adelheid Roosen conservan lo básico -mostrar la relación de las mujeres con su sexualidad-, aunque cambia el contexto cultural: las doce historias que se relatan son de mujeres originarias de países musulmanes, nacidas en medios diferentes, pero que viven en los Países Bajos.
La obra, que se representa en francés en el Théâtre de Poche de Bruselas (wwww.poche.be) es el resultado de 74 entrevistas realizadas a lo largo de un año por Roosen a mujeres de entre 17 y 85 años. Se ha representado en los Países Bajos, Berlín, Ankara, Nueva York y Boston.. Mientras el público entra, cuatro jóvenes se instalan sobre un diván largo y negro: una baila danza egipcia, otra canta en árabe... tacones de aguja, escotes, el tono es alegre y sensual. Después, van tomando la palabra relatando, en primera persona, las experiencias de las mujeres que se confiaron a la autora del texto.
Son historias que van desde la joven que recuerda con nostalgia sus primeras visitas al hamman o baño turco, hasta la joven lesbiana de Casablanca que tirita evocando su descubrimiento de los bares homosexuales de Amsterdam. También se relata la tortura de una mujer turca, casada con un primo violento y al que jamás había visto antes de la noche nupcial, o el enfrentamiento entre una madre, mutilada genitalmente, y su hija, que no lo está. Lo que para la joven es un ritual bárbaro, forma parte, sin embargo, de la identidad de su madre. «La vida siempre tiene más matices que lo que creemos de buenas a primeras», apunta Roosen. «Pensamos que todo es diferente en el mundo musulmán, pero el incesto, la violencia, el mito de la virginidad también se da en nuestra cultura», añade esta joven mujer que dice haber vivido una «iniciación» al recoger los testimonios.
Para evocar su sexo, estas mujeres dicen «mi vagina», «mi vulva», pero también «mi vergüenza», «mi boca»... Una de ellas siente «no tener dientes, allá abajo», para defenderse. Otra cuenta cómo un chico le sedujo para, de hecho, obtener un permiso de residencia, pero cómo le hizo descubrir también el orgasmo.