Un mal viaje
«El último tren a Auschwitz»
Se ha retrasado a enero el estreno de «El último tren a Auschwitz» para coincidir con la fecha de conmemoración de la liberación de aquel campo de concentración, revisitado por Joseph Vilsmaier.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
El cine nunca dejará de contar lo sucedido con las víctimas del holocausto, cuyo monumento berlinés aparece en el plano final de «El último tren a Auschwitz». Y a quien crea que ya lo ha visto todo al respecto, nadie le obliga a acudir a las salas donde se proyecta la película, pero la perpetuación de la memoria histórica se impone a criterios de modas u otro tipo de resabios. El cineasta alemán Joseph Vilsmaier ya demostró su solvencia en recreaciones históricas ligadas a la II Guerra Mundial, con su epopeya bélica «Stalingrado». Ahora une fuerzas con su colaboradora y esposa Dana Vávrová, actriz checa que también hace incursiones en la realización.
«El último tren a Auschwitz» parte de la angustia que sintieron los judíos que quedaban en Berlin, sabedores del destino que les aguardaba. Aquel definitivo viaje hacia el tristemente célebre campo de concentración reunió a 688 personas, tras una operación de búsqueda de los supervivientes que quedaban por ser sometidos a la limpieza étnica. El contingente fue reunido en la estación de Grunewald, donde se hizo subir a los detenidos, de toda clase y condición, a vagones de ganado. La agónica marcha iba a durar seis interminables días, a lo largo de los cuales los pasajeros forzosos tratarían de organizarse en su desesperación. En primera instancia para combatir el hambre, la sed y las malas condiciones higiénicas del hacinamiento. Luego, para improvisar planes de fuga, que correrían distinta suerte. A fin de puntear la claustrofóbica narración, sin deprimir más de la cuenta al espectador, se suceden los flash-back retrospectivos.