David Meca se sacó unos cuantos miles de euros más defendiéndose de la cuadrilla de déspotas compradores de voluntades que se presentan como adalides del periodismo de investigación que se sientan en «¿Dónde estás corazón?», y de nuevo se demuestra que aquellas cursillos de «ética periodística» que impartían en la primera fase de «CQC» no fueron seguidos por esta gente que vive simplemente de las flaquezas ajenas, aunque a la larga se debe volver contra estos personajes siniestros que han ido tiñendo de amarillo una manera de hacer no información. Lo del nadador es un caso aparte, pero quizás no debería tratarse en un programa del corazón. ¿O sí? Lo cierto es que se amontonaron el hambre y las ganas de comer, y las mentiras se multiplicaban, en una conjura mediática, en un acto polivalente en cuanto a sus conexiones con las realidades paralelas pero presentadas como algo fundamental.

«Callejeros» de Cuatro, es otra manera de dar noticias parciales, de llegar a un barrio, pasarse unos días con sus cámaras al hombro, entrevistar a unas docenas de personas y vecinos, y hacer un montaje lo más vaciado de verdad posible. O dicho de otra manera, se trata de acercar la cámara a aquello que puede tener más morbo y cause impacto, aunque se aparte bastante de la realidad del conjunto. Lo vimos en calles propias cuando se acercaron a San Francisco en Bilbao, y desde entonces vemos sus entregas con mirada de entomólogos, porque siempre buscan en las basuras más malolientes, con excesiva coincidencia en el trato.

Desde luego nos muestra circunstancias existentes, pretenden hacernos un mapa del cuarto mundo que vive en nuestro mundo, pero las amontonan de tal manera que ya no causan ningún efecto, en una suerte de saturación de mensajes coincidentes, de personajes similares en tabernas o en descampados de barrios marginales, de habitantes hablando en los mismos tonos, con las mismas jergas, desde la misma posición ideológica y con unas retóricas calcadas, contando, por lo general, unas verdaderas mentiras, dejando vislumbrar que hasta en esos lugares de la realidad, la cámara la hace una ficción menor.