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Rebelión | Blas Lopez-Angulo 2008/1/11

Vuelve la ley de fugas

(...) Lo menos que se es espera de una versión oficial es un mínimo coherente, un relato que reclame de la lógica la suficiente base como para que los ciudadanos confirmen el recto proceder y buena fe que tienen depositadas en sus instituciones y quienes las sirven. (...)

En fin, estos son los hechos. He procurado no traslucir el cansancio que los mismos producen a pesar de que un repaso a las hemerotecas daría para días enteros. Cambian las versiones oficiales, pero curiosamente no cambian los ministros, ni los mismos se cansan de repetir más versiones oficiales desde los tiempos del GAL. La restauración borbónica continuista con la represión de la dictadura ha restablecido la famosa ley de fugas de Martínez Anido allá por los alfonsinos años 20. Este personaje terminó su carrera de ministro de Orden Público en el primer gobierno de Franco. El actual ministro de Orden Público, también longevo, que dice cumplir escrupulosamente la ley debería no menos entrar en detalle sobre cuáles son estas leyes, la llamada Ley antiterrorista y la llamada Ley de Partidos me temo, la primera criticada por observadores internacionales del prestigio de Human Rights Watch y Amnistía Internacional; y la última, pendiente de recurso ante el Tribunal europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. Nos alarma pensar que su escrupulosa aplicación ha resucitado el terrorismo policial de la ley de fugas.

(...) Volviendo al editorial del llamado diario «de referencia», destaca: «es en momentos como éste cuando más nítida debería quedar la diferencia entre los demócratas y los asesinos. La idea según la cual los malos tratos y la tortura son un mal inevitable cuando se trata de terrorismo no sólo es inaceptable moralmente sino un error confirmado por la experiencia. Nada favorece tanto la reproducción generacional del terrorismo como la imitación por parte del Estado de sus comportamientos». Si lo dicho es cierto estoy echando en falta a muchos portavoces políticos y mediáticos, mediáticos y políticos, etc., que con reflejos lo corroboren. En cambio, -¡qué pesadilla!- no muestran ser muy respetuosos con el Estado de derecho quienes lo invocan, empezando por el titular del mismo «Etarra en el hospital»: ya lo han juzgado ustedes, señores tartufos. De esta misma forma bien difícil se hace defender las presuntas bondades del sistema si por todos los medios las coaccionan.

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