Raimundo Fitero
Insólito
Cada vez que escucho a un político profesional, o a esos sucedáneos que son vividores de la política, anunciar su falta de complejos llamo inmediatamente a mi terapeuta. Tras el consuelo urgente llamo a mi abogado. Por si acaso. La campaña electoral, propiamente dicha, ha comenzado. Los propagandistas empiezan a realizar sus primeras acciones reconocibles y han puesto en marcha todo su arsenal de agitprop. La Fiscalía, los jueces estrella y los medios de comunicación de bandera partidista, es decir, todos los medios de comunicación arriman su apreciación antiterrorista a su sardina. Aunque el ascua más ardiente es la que asa las ideas y los conceptos patrióticos en los batzokis. Barbacoas en todas las traseras, empieza el desfile hacia la bacanal. Cuando suene el timbre a la madrugada no va a ser el lechero. Estamos en la llamada democracia a la española.
Por eso no sé que me da más asco de «La Noria», si su parte filantrópica o su parte misantrópica. Cuando se meten en asuntos del corazón, cuando chapotean por los estercoleros, solamente se manchan sus ternos, sus corbatas y sus prestigios, con la siempre culposa ayuda de los millones de telespectadores que les permiten estar allí lozanas, emperifollados, entrevistando o compartiendo arco voltaico con alguien que se deja comprar su intimidad a cambio de un fajo de billetes verdes o morados. Pero cuando se ponen campanudos y hacen ver que hablan de asuntos políticos, o sea del cotilleo político de la mísera política doméstica española, entonces, señoras y señores, eso sí que es hacer el ridículo sin complejos. Eso sí que es españolear sin complejos. Eso sí que es un complejísimo saco de acomplejados sin complejos. ¡Que canten el himno sin complejos!
Por fin he pillado a «Los Algos» en Cuatro. Estos muñecos tan especiales cantan, dan mensajes solidarios, tiene sentido del humor, y merecerían tener una mejor presencia, y un espacio propio tangible. Es de imaginar que los están probando, están acumulando material, porque la fórmula de pequeños esketches de medio minuto, o como mucho dos minutos, sin continuidad en las historias, requiere también de un entrenamiento de la audiencia.