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Ser útiles para Madrid o servir a Euskal Herria

El fin de semana ha marcado el pistoletazo de salida para una campaña electoral que se siente ya próxima. El 9 de marzo será fecha electoral en los siete territorios vascos. Los electores de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa Garaia votarán al Congreso y Senado españoles, mientras que en Zuberoa, Nafarroa y Lapurdi toca renovar los consejos municipales y 11 cantones. Con la mirada puesta en las urnas, se prodigan las presentaciones de candidaturas. Y, en este sentido, merece mención especial que, pese a algunas distorsiones puntuales, la coalición Euskal Herria Bai haya alcanzado los acuerdos precisos para ofrecer a los ciudadanos y ciudadanas de los tres territorios del norte vasco una alternativa abertzale con posibilidades de impregnar en los próximos años la vida municipal de los valores de respeto y reconocimiento para el pueblo vasco.

Con sus luces y sombras, esa coalición es un referente esperanzador, y demuestra que el realismo político -que tantas veces se invoca para tratar de convencer a los independentistas de izquierdas de rebajar sus presupuestos ideológicos- es una buena receta siempre que no se oriente en exclusiva a conseguir mayores cotas de representación política sin dotar de un sentido de país a ese encuentro entre diferentes.

Ser útiles al país, en esa máxima puede resumirse la motivación de las mujeres y hombres que engrosan las listas de Euskal Herria Bai y comparten un cartel que ya dio signos de resultar atractivo para los votantes en las pasadas legislativas, y que puede ayudar al tiempo a mejorar los canales de comunicación entre las formaciones abertzales, superando inercias pasadas que pesan todavía. La «cara» de este acuerdo sobre la premisa de que Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa puedan dotarse de instituciones propias que sean útiles para Euskal Herria tiene su «cruz» en la vocación declarada del PNV, enunciada por su candidato Iñaki Anasagasti, de «ser útiles a Zapatero», de lograr los escaños precisos para contar como socio a ojos de un presidente español que reconoce que entró al proceso de diálogo «buscando la paz, pero preparando la confrontación».

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