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Carlos Ordoñez Ferrer Desde Mozambique

Kenia, el dolor

El drama que estos días ha vivido y que aún vive la población de Kenia no es de estos días. Ese país, destino turístico que nos recuerda a lunas de miel, a «Memorias de Africa», a safaris y exotismo, tiene también una población pobre de solemnidad.

Todo indica que el fraude cometido por el partido del presidente Kibaki fue evidente. Un fraude electoral es motivo de bronca en cualquier lugar. O debería de serlo.

Hace unos pocos años, por ejemplo, el fraude de George W. Bush en Miami en detrimento del hoy «verde» Al Gore supuso un circo mediático. En Kenia no están para circos. Y además se mezcla un elemento grave, peligroso. Un elemento con el que los líderes políticos juegan con una irresponsabilidad criminal: el hecho tribal.

La «identidad étnica» contiene elementos económicos y va emparejada a un color político. Entonces, las protestas adquieren el componente étnico para el ataque, para la defensa y para el miedo a la «panga» (el machete).

Los colonizadores fabricaron estados según sus propios intereses. Trazaron líneas fronterizas sin tener en cuenta a quienes separaban y a quienes juntaban.

La relaciones étnicas son las que son. Tienen su historia de agravios, mitos, temores y alianzas coyunturales. En gran parte son producto de las contradicciones entre los pueblos agricultores y los ganaderos con una sola tierra que repartirse.

Y esas contradicciones han sido manipuladas por los poderes. Antes de la independencia y después. Las metrópolis europeas han sabido enfrentar unas etnias contra otras según los intereses.

Por si no lo recordamos, en Ruanda, por ejemplo, el democrático gobierno del señor Miterrand apoyó incluso con paracaidistas a los hutus que poco después cometerían uno de los mayores genocidios de la historia contra los tutsi.

Por todo ello, debemos preguntarnos: ¿realmente preocupa a los gobernantes «civilizados» lo que ocurre a la población de Kenia? ¿O lo que realmente les preocupa es la estabilidad gubernamental en un país estratégico para la denominada «guerra contra el terror»?

El principal problema de Kenia es la pobreza. Eso no sé si se resuelve con elecciones democráticas. Lo que sé es que no se resuelve con fraudes electorales. Y menos aún con la utilización que los líderes políticos de la zona, tanto en el poder como en la oposición, hacen de la etnicidad como algo a defender frente al «otro», frente al «diferente».

El miedo. Siempre el miedo como motor de la sin razón. El elemento identificador de pertenencia a un grupo determinado con elementos en común alimenta el imaginario y se vive con más ansiedad en esas circunstancias.

Pero ¿qué sabremos de todo esto? Kenia es un importante destino turístico. Y sin embargo la miseria se pasea sin vergüenza en las ciudades y en el campo.

No será tan «ejemplar» una democracia que convoca elecciones sin alimentar estómagos y que engorda su poder con más corrupción. Turismo de lujo y pobreza. Mientras los números macros vayan bien el mundo es una fiesta. Mientras la emigración hacia el norte sea «ordenada» el sol se podrá seguir tapando con el dedo.

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