El Gobierno afrontó la última ronda con ETA sin intención de acuerdo
José Luis Rodríguez Zapatero volvió a admitir ayer que el Gobierno español afrontó la última ronda de conversaciones con ETA sin intenciones de alcanzar ningún acuerdo, porque ya había «dado por cerrado el proceso de diálogo». Según publicó GARA el pasado 21 de setiembre, los representantes del PSOE llegaron a rechazar una propuesta de acuerdo esbozada por ellos mismos en la mesa paralela con Batasuna.
GARA |
El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, compareció ayer ante los medios para anunciar la disolución de las Cortes y hacer un escueto balance de la legislatura. En su intervención inicial señaló que durante la campaña de 2004 prometió que si llegaba a la Moncloa buscaría «el fin de la violencia terrorista o reducirla al máximo», y destacó que «lo he hecho en toda la legislatura mediante la aplicación de todos los instrumentos del Estado de Derecho; siempre para prote-ger vidas y evitar muertes; siempre salvaguardando las libertades y, por supuesto, los principios esenciales de nuestro sistema democrático; y siempre dentro del marco de la Constitución, con la ley en la mano y con el respaldo mayoritario del Parlamento».
A este respecto, y con relación a la entrevista de «El Mundo» en la que afirmó que a la vez que negociaba «preparé la confrontación con ETA» y admitió la celebración de reuniones después de la bomba en la T-4 del aeropuerto de Madrid, una periodista le preguntó «por qué ha esperado usted a justo ahora, antes de las elecciones, para confirmar un asunto que es difícil de asumir por la opinión pública».
Rodríguez Zapatero respondió literalmente que «ni he esperado ni he dejado de esperar. Creo que he dicho lo que ha sucedido, que es, sencillamente, que después del atentado de la T-4 hubo instancias internacionales de distinta naturaleza y de diversos países que intentaron que no se produjera lo que se produjo al final, que fue la ruptura del alto el fuego. Por supuesto, conocí esos intentos y los valoro, porque hubo personas que se comprometieron y que lo intentaron, aunque, como he dicho y he explicado, la verdad es que ya las expectativas eran prácticamente nulas, porque desde el Gobierno habíamos dado por cerrado lo que podría ser, razonablemente, un proceso de diálogo que nos llevara al fin de la violencia».
Estas palabras vienen a confirmar la falta de voluntad de acuerdo con la que el Ejecutivo español afrontó la última ronda de conversaciones con ETA, en la que la organización armada ofreció desmantelar sus estructuras militares.
Reuniones en marzo y mayo
A pesar de que hoy mismo hace un año, el 15 de enero de 2007, José Luis Rodríguez Zapatero aseguró ante el Congreso de los Diputados que «nunca habrá diálogo con violencia, ni con intentos de perpetuarla. Nunca, nunca», ETA y el Gobierno español se volvieron a reunir primero el 30 de marzo y después durante el mes de mayo.
Como avanzó GARA en su día, la ronda de conversaciones de mayo se dividió en dos mesas -una entre ETA y el Gobierno y otra entre Batasuna y el PSOE-, y hubo una destacada presencia internacional formada por dos gobiernos, una organización política y el organismo mediador. En una de las reuniones los representantes del PSOE esbozaron en una pizarra una hoja de ruta para llegar a un nuevo marco. El organismo mediador y uno de los gobiernos europeos redactaron la propuesta, que los representantes del PSOE terminaron por rechazar.
Representantes oficiales del Gobierno y del PSOE negaron en su día la existencia de estos encuentros, que ahora Rodríguez Zapatero confirma.
José Luis Rodríguez Zapatero destacó ayer que, en su «visión de España», un «partido responsable de ámbito estatal, que reconoce la diversidad de España, ha de tener como principio de trabajo mantener unas buenas relaciones con Convergencia i Unió y con el Partido Nacionalista Vasco».
Lo planteó como una cuestión estructural, de principios, «que no tiene nada que ver con las intenciones o con los escenarios que pueda haber después del 9 de marzo».
Rodríguez Zapatero no consiguió que ni PNV ni CiU votaran su investidura, pero después ha tenido el constante apoyo de los jeltzales, aunque la relación con CiU ha sido más conflictiva.