Los talibán asumieron rápidamente el atentado suicida contra el hotel Serena, frecuentado especialmente por extranjeros y donde tienen lugar buena parte de las conferencias internacionales, y donde ayer se alojaba el ministro noruego de Exteriores, Jonas Gahr Stoere, que resultó ileso al haberse refugiado en el sótano. Sin embargo, el ataque mató a al menos siete personas, en su mayoría guardias de seguridad, e hirió a otras seis.

El ataque tuvo lugar en la puerta del hotel, con categoría de cinco estrellas y situado en el centro de la capital afgana, fuertemente custodiado y rodeado por altos muros. «Tras el atentado suicida, hubo otra explosión de la que no estamos seguros (...) si fue un ataque suicida o una bomba», informó el ministro del Interior afgano, Zemarai Bashary. A continuación, agregó, hubo algún tipo de tiroteo del que «no están seguros» si fue realizado por «los guardias del hotel o por los enemigos».

La Policía habían informado con anterioridad de que los autores del atentado lanzaron granadas de mano contra el hotel para pasar el control exterior de seguridad y que una vez dentro activaron sus chalecos bomba. Al parecer, los guardias mataron a uno de los atacantes.

Un oficial occidental señaló que entre los seis muertos figuraba un extranjero, en concreto, «un estadounidense que fue abatido por los atacantes dentro del hotel».

Un portavoz de los talibán, Zabihullah Mujahed, reivindicó la acción, que fue llevada a cabo, según dijo, por cuatro personas que ataviadas con chalecos explosivos y portando kalashnikov entraron en el Serena y «abrieron fuego sobre los extranjeros». Explicó que uno se inmoló y dos están «a salvo».