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Maite SOROA

Otro que se ha dado cuenta

De tanto leer periódicos, he llegado a la conclusión de que lo más entretenido es comprobar las costaladas que se dan algunos al caer del caballo, en plan Saulo.Ayer

Arzalluz nos deleitaba en Izaronews.com con un artículo que tomaba como base la sentencia contra Atutxa y cia y retrataba lo que ahora ve en la democracia a la española. Dejaba constancia de que «hubo un tiempo en el que Juan Maria Atutxa deslumbró a España. Su decidida política contra ETA despertó oleadas de admiración y de adhesión a su persona. Se le llamaba de muchas regiones y ciudades españolas para oírle, verle y estrechar su mano. Se le hacían homenajes (...). Fue durante mucho tiempo el vasco más popular entre los españoles. Hasta que un día dejó de hacer caso a determinadas instrucciones de Madrid en las que se le requería, como Presidente del Parlamento Vasco, disolver el grupo parlamentario de HB. Y ante su obligado incumplimiento pasó de un golpe de héroe a villano». Y describía a los dos tipos a los que nos enfrentamos: «En esta España en la que la Constitución es la nueva Biblia, y el `Estado de Derecho' la base de todas las virtudes políticas, que nos la repiten todos los días para justificar y arropar todas sus fechorías y facherías, especialmente aquellos que durante cuarenta años nos ensordecieron igualmente con aquel otro sonsonete de las `podridas democracias occidentales'». Y también le tocaba al PSOE: «los demócratas de siempre, los `monárquicos' de siempre, los que están en contra de toda violencia pero que se hincharon de champagne cuando lo de Carrero Blanco, inventaron el GAL y anduvieron en alegre biribilketa delante de la cárcel de Guadalajara para que los que estaban dentro se sintieran apoyados y no delataran al Sr. X». Y llega a la conclusión: «No hay solución a la cuestión vasca. Prometen y no cumplen. Ponen y quitan. Hacen y deshacen. Nada hay seguro, ni el Estatuto ni el Concierto, ni el euskera ni el Lehendakari. Ha llegado el momento de que nos examinemos y miremos uno a otro en público y digamos de una vez que para mantener mínimamente nuestro ser de vascos no hay otra vía que la de nuestra propia estatalidad, aunque estemos sometidos a una Constitución a la turca». Pues que lo diga, alto y claro, en los umbrales de Sabin Etxea. Le escucharemos con gusto.

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