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Las reglas de juego que el PNV defendió en el 79

Iñaki IRIONDO

El tripartito ha reaccionado a la condena de parte de la anterior Mesa del Parlamento presentando la actuación del Tribunal Supremo como un ataque al autogobierno y convocando una manifestación «en defensa de nuestras instituciones». Ante este lema, habrá que recordar que el Supremo forma parte de «nuestras instituciones», al igual que la Cortes que dieron un portazo al Nuevo Estatuto y el Rey del que tantas chanzas se hacen.

El Estatuto de Autonomía vigente, que el PNV defendió con entusiasmo en 1979, es el que en su artículo 14 reconoce al Tribunal Supremo la competencia para resolver los recursos de casación y de revisión en el orden penal y social, como el de Manos Limpias que ha acabado en la condena de Atutxa, Knörr y Bilbao. Esta competencia ha pretendido ser recuperada por la CAV en el nuevo estatuto aprobado por el Parlamento de Gasteiz en diciembre de 2004, cuando en su artículo 27 recoge que todas las instancias procesales, incluidos los recursos de casación, se agotarán en el TSJPV. Pero ese nuevo estatuto está guardado en un cajón de la Cámara autonómica desde que el 2 de febrero de 2008 el Congreso de los Diputados se negara a tramitarlo. Una capacidad de veto de las Cortes que -por antidemocrática que pueda entenderse- está asumida en el artículo 46 del Estatuto de Autonomía.

El lehendakari -a quien, por cierto, como recoge también el Estatuto, nombra el Rey para «hacer visible la inserción en el Estado de la organización institucional de la Comunidad Autónoma», según explicó debidamente el Tribunal Constitucional- dijo el martes que «el Estado español, a través de sus instituciones, está consciente y permanentemente rompiendo» los pactos alcanzados en el periodo constituyente. En cualquier caso, lo que el Estado está haciendo -guste o no- es utilizar como mejor cree que le conviene las reglas de juego que el PNV acordó, suscribió y pidió a la ciudadanía vasca que refrendara con su voto el 25 de octubre de 1979. Ya advirtió entonces la izquierda abertzale que aquello no servía para resolver el conflicto político y que Madrid seguía teniendo la sartén por el mango; pero el PNV insistía en que lo iban a solucionar todo con una palabra: «bai».

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