Txisko Fernández Periodista
PSOE y PP en el país de las maravillas
La esquizofrenia que afecta a PSOE y PP es un síntoma -¿o será una causa más?- del conflicto que vive Euskal Herria y que marca la deriva del Estado español hacia un modelo político-jurídico cada vez más alejado de las democracias formales. Es tal el grado de contradicciones en el que incurren sus portavoces cuando se ven obligados a plantear una posible salida al conflicto que son capaces de negar más de tres veces sus propias palabras o los hechos constatados. Incluso, son capaces de trasladar a la ciudadanía vasca y a la española mensajes de alegría en jornadas tan convulsas como la de ayer.
El presidente español se ha pasado meses negando los contactos con ETA tras el atentado del 30 de diciembre de 2006 en Barajas. Finalmente, ha admitido los hechos, pero ahora intenta tergiversarlos ante la opinión pública. Otro ejemplo es el que protagonizó el jueves Miguel Buen; primero dijo: «Si se diesen de nuevo las circunstancias, volveríamos a intentar el diálogo con ETA», y sólo tres horas después: «No hay posibilidad alguna de retomar el diálogo con ETA». Esas prisas por matizar reflejan su temor a que la idea inicial calara en la ciudadanía, cuando lo preocupante para su partido debería ser que se trasladase el mensaje contrario: que el PSOE se equivocó al optar por el diálogo. Tampoco el PP puede superar esas barreras sicológicas; tras la visita que ha realizado al norte de Irlanda una delegación del Parlamento de Gasteiz, Leopoldo Barreda rechaza que se pueda aprender la mínima lección del proceso irlandés: «La solidez democrática del País Vasco es muy superior», «[la irlandesa] está muy lejos de ser la que teníamos aquí en 1977». Y ayer, tras conocer los nuevos autos de Garzón, el portavoz del PSOE en el Congreso, Diego López Garrido, dijo que era «un día de alegría para los demócratas».
Pero esos dirigentes de PSOE y PP no serán capaces de explicar a la sociedad vasca por qué desayunarse con un atentado y almorzar con la suspensión de dos partidos son motivos para festejar la democracia. Mejor sería que se tumbasen en el diván hasta que logren escapar del país de las maravillas.