Moscú y Varsovia hacen votos para terminar con la «guerra fría»
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, hicieron ayer votos para terminar con la «guerra fría» entre ambos países debido a conflictos comerciales y a los desacuerdos en torno a la ampliación de la OTAN o el escudo antimisiles.
GARA |
Moscú y Varsovia compitieron ayer en amabilidad al comienzo de la visita a Rusia del primer ministro polaco, Donald Tusk, que viajó con la intención de retomar un diálogo que estaba congelado por una serie de diferencias entre ambos vecinos.
Tusk y su homólogo ruso, Viktor Zoubkob, se mostraron optimistas de cara a la revitalización de las relaciones ruso-polacas y expresaron su disposición a mantener discusiones sobre todas las cuestiones, incluidas las más difíciles.
Los dos países esperan normalizar sus relaciones, congeladas durante dos años por la victoria electoral de los hermanos Kaczynski, tras la llegada al Gobierno del liberal Tusk. La tensión entre ambos adquirió su punto álgido con un embargo ruso sobre la carne polaca y un veto de Varsovia en las negociaciones sobre un nuevo acuerdo de asociación entre Rusia y la Unión Europea. El embargo a la carne se levantó en diciembre y Varsovia mostró en enero su disposición a apoyar las negociaciones entre Rusia y Bruselas.
La última reunión al más alto nivel data de enero de 2005 cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, se entrevistó con su homólogo polaco, Aleksander Kwasniewski.
Virtudes del diálogo
Contrariamente a su antecesor en el cargo, Jaroslaw Kaczynski, Donald Tusk cree en las virtudes del diálogo. «No vemos ningún obstáculo para que las relaciones ruso-polacas sean buenas, amistosas y agradables», señaló el primer ministro polaco.
Los intercambios comerciales entre ambos países supusieron 17.000 millones de dólares en 2007, indicó Zoubkov, mientras que Tusk manifestaba que «Polonia está interesada en una protección recíproca de las inversiones».
Sin embargo, todavía persisten importantes desacuerdos en torno al escudo antimisiles de EEUU en Polonia y al proyecto ruso-alemán de construir el gasoducto Stream bajo el Báltico para abastecer directamente a Europa Occidental con gas ruso. lo que, en opinión de Polonia, amenaza su seguridad energética a largo plazo.
Tras dialogar con Zoubkov y con su viceprimer ministro y delfín de Putin, Dmitri Medvedev, Tusk se reunió con el presidente ruso, encuentro del que destacó la «confianza mutua».
«A pesar de todos los problemas en las relaciones bilaterales, que los hay, yo no los dramatizaría. Tienen carácter provisional», señaló Putin.
Mantuvo que las acciones emprendidas por Rusia no tenían un componente «antipolaco», sino que se realizaron «en defensa de los intereses económicos nacionales» Por eso, abogó por iniciar un «diálogo de socios» para «minimizar los perjuicios para nuestra economía».
El primer ministro polaco, por su parte, aseguró que su país desea «sanear» las relaciones bilaterales y constató que ambas partes están «hartas de la atmósfera gélida» de las relaciones. «Hemos hablado de asuntos muy sensibles sobre los que parecía que no se podía hablar», indicó sobre sus reuniones con Zoubkov y Medvedev.
Donald Tusk se congratuló de que los dirigentes rusos «captaran» el mensaje sobre la disposición del nuevo Gobierno polaco de mejorar las relaciones bilaterales. «Hemos hablado de asuntos muy sensibles sobre los que parecía que no se podía hablar», manifestó.
El presidente ruso, Vladimir Putin, marcando el camino a su sucesor, anunció ayer que Rusia responderá al «reto» de la carrera armamentística y, alabando la «estabilidad» lograda bajo su mandato, apeló a combatir la «inercia» de la economía rusa. Putin hizo un balance glorioso de sus ocho años en el poder y fijó la tarea de convertir a Rusia en una potencia económica y en una sociedad de bienestar para 2020.
En su discurso con forma de programa electoral para su delfín, Dmitri Medvedev, dijo que «Rusia tiene y tendrá siempre una respuesta a los nuevos retos». Afirmó que «comienza una nueva espiral de la carrera armamentística mundial» y añadió que «Rusia debe desarrollar nuevas armas tanto o más sofisticadas que las que disponen otros estados». A su juicio, la aproximación de la OTAN a sus fronteras obliga a buscar respuestas y emprender el rearme para hacer frente a «las amenazas para su seguridad».
Putin, que se felicitó por haber puesto fin al «separatismo» y denunció la «generalización de la corrupción», instó a ahondar en la modernización de la economía, al tiempo que deploró la baja productividad laboral y advirtió de la «inercia» que dejaría a Rusia fuera del concurso mundial y no permitiría «garantizar la seguridad del país ni su desarrollo normal, poniendo en peligro su propia existencia».
Fiel a su visión de un sistema político específicamente ruso defendió un «multipartidismo» al servicio de los ciudadanos, «sin demagogia» y «sin injerencias extranjeras».