Eoin O´BRIEN Escritor y activista político irlandés

Es imposible negar que, como modelo de resolución de conflicto, el caso irlandés tiene muchas lecciones que ofrecer. El Acuerdo de Viernes Santo, y el proceso político que ha emanado de este documento, está basado en varios principios fundamentales.

El primero es el reconocimiento de que la violencia política fue causada por problemas más profundos de carácter social, económico, cultural y político. Acabar con la violencia requería solucionar las causas.

El segundo es el que la resolución de las causas del conflicto precisaba un proceso de diálogo en el que todas las cuestiones estuvieran sobre la mesa.

El tercer principio es que todos los protagonistas del conflicto debían estar representados igualmente en la mesa y que no tenía que haber condiciones previas para su participación.

En 1997, cuando el Gobierno de Tony Blair inició las negociaciones que condujeron al Acuerdo de Viernes Santo, estos tres principios eran aceptados. Además, Blair anunciaba el fin de la política de criminalización, represión y contrainsurgencia que había caracterizado la estrategia del Gobierno británico en Irlanda por más de un siglo.

Este proceso jurídico-político no sólo ha obstaculizado la búsqueda de la paz; también amenaza con minar las bases de la democracia en la Unión Europea.

En un momento en el que la armonización de los sistemas judiciales y criminales de la Unión Europea se incrementa, la erosión de los derechos civiles y políticos en un estado miembro tiene implicaciones para todos nosotros. Si un gobierno europeo puede prohibir partidos políticos, cerrar periódicos, torturar periodistas y encarcelar abogados, no sólo minimiza el derecho de ese país a describirse como democrático. También hace aceptable que otros estados miembros, e incluso la misma UE, ac- túen de forma similar.

La lección del Acuerdo de Viernes Santo es que la paz sólo puede conseguirse con diálogo y democracia. La cuestión es si Zapatero y Garzón están interesados en aprender.