ANÄLISIS | CARRERA HACIA LA CASA BLANCA
Tras el «supermartes»... el miércoles
Cientos de líneas y comentarios se han escrito desde hace varios días en torno al llamado «supermartes» en Estados Unidos. Desde ese mismo país se hablaba de un martes «super-duper» («estupendísimo») o incluso de una especie de tsunami electoral tras la celebración de esos comicios.
Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)
La carrera electoral estadounidense sigue quemando etapas. Las expectativas abiertas ante el «supermartes» continúan intactas. Los republicanos parecen haber encontrado ya a su candidato, mientras que el campo demócrata sigue inmerso en una «carrera de fondo».
Más allá de expectativas interesadas, sobre todo desde un punto de vista mediático de cara a señalar al candidato presidencial republicano o demócrata con tanta antelación, lo cierto es que tras los resultados se pueden subrayar dos aspectos. La carrera del candidato republicano John McCain parece imparable de cara a esa nominación, mientras que en el campo demócrata, la pugna entre Hillary Clinton y Barack Obama se asemeja a una maratón.
Se está produciendo un giro inesperado en la batalla de las élites políticas estadounidenses para nominar al sucesor de Bush al frente de la Casa Blanca. Si al comienzo de este largo proceso electoral los republicanos se presentaban claramente divididos, con cinco candidatos principales que representaban, cada uno de ellos, una cara del conservadurismo estadounidense, y el Partido Demócrata hacía lo propio con tres figuras políticas, pero dando una imagen de unidad; tras las últimas citas, todo parece indicar que esas claves están variando.
En estos momentos, el Partido Republicano parece encaminar su elección de candidato presidencial hacia McCain, aunque Mike Huckabee mantiene todavía una mínima esperanza. Pero da la sensación de que la unidad del partido podrá superar las perspectivas más pesimistas. El llamado «bloque anti McCain» parece perder fuerza y el candidato republicano estaría preparando el último impulso para hacerse con la nave conservadora del partido (no podemos olvidar la importancia de la llamada derecha religiosa, tanto por su potencial cuantitativo como por su capacidad de movilización), para iniciar así la estrategia de para derrotar en el futuro al rival demócrata.
En este sentido, la maquinaria republicana estaría preparándose para enfrentarse a uno u otro candidato del partido rival. El dilema central es quién es el candidato más débil y, por tanto, más fácil de vencer. El apellido Clinton es una espina clavada en el subconsciente republi- cano, y las derrotas anteriores todavía escuecen. Por otro lado, predicen que un enfrentamiento con Obama sería favorable para ellos, pero temen al mismo tiempo que «represente un peligro mayor» de cara a cambiar la cara de la política actual.
La situación en el campo demócrata se asemeja a una «carrera de fondo» para ver quién es el candidato. La senadora Clinton ha logrado concentrar en torno suyo una coalición de «mujeres, demócratas de la `clase obrera'», militantes de base con muchos años en el partido y latinos. Esta suma ha sido suficiente en otras ocasiones para hacerse con el triunfo.
Por su parte, Obama ha hecho lo propio con «titulados académicos, clases altas, liberales (en sentido estadounidense) e independientes». Además, ha conseguido añadir dos elementos muy importantes: por un lado, ha logrado articular un número importante de jóvenes cuadros que se han movilizado como nunca y cuenta con el apoyo aplastante de la comunidad afroamericana.
Ambos han logrado hacerse con los apoyos que había recogido John Edwards hasta su retirada (opositores a la guerra, demócratas partidarios del cambio y clases trabajadoras blancas preocupadas por temas económicos).
A la vista de los resultados que ambos contendientes han obtenido hasta ahora, parece que el enfrentamiento se alargará hasta el verano y sus consecuencias no son todavía muy predecibles. Además, Hillary Clinton se puede encontrar con un importante factor desfavorable: «el calendario puede ser su mayor enemigo». En los próximos meses, los demócratas celebrarán tres caucus, habrá elecciones en estados con una importante población afroamericana y en Hawai, escenarios en los que Obama se ha mostrado más fuerte que Clinton.
En esa carrera hacia la Casa Blanca o hacia la nominación como candidato aparece un protagonista que puede ser decisivo para desequilibrar la balanza hacia Obama o Clinton, la figura del «superdelegado».
Desde que en los años 80 se introdujeron medidas destinadas a contrarrestar «el poder de las masas en las nominaciones», la utilización de esos superdelegados ha sido muy importante. Forman un grupo de 796 personas (congresistas, gobernadores, miembros del Comité Nacional Demócrata, dirigentes del partido, cuadros estatales...) cuyo peso es indiscutible aunque no representan un bloque homogé- neo. Sus decisiones se basan en «lealtades personales o en promesas que puedan arrancar a los candidatos». A la vista de lo reñida que está la carrera demócrata puede que esperen hasta último momento para apostar por uno u otro candidato.
Las ventajas institucionales que ha podido tejer Clinton pueden ser decisivas.
Otro factor que ganará peso mediático en los próximos meses es la elección del candidato a vicepresidente. Aunque su nominación oficial no se hará hasta el verano, las maniobras por hacerse con el puesto ya han comenzado. Alianzas interesadas, trasvases de votos y deseos indisimulados por lograr tan preciado galardón no pasarán desapercibidos. Algunos apuestan por la candidatura final entre los contendientes actuales, pero las grietas que han surgido y que seguirán apareciendo en las próximas semanas pueden hacer inviable esa opción.
En las próximas semanas se sucederán nuevos actos de esta función, que seguirán acaparando la atención de buen aparte de los medios de todo el planeta, aunque cerca de la mitad de la población de la poderosa potencia mundial hace tiempo que ha dado la espalda a ese proceso, algunos marginados por el sistema y otros hartos de que, gane quien gane, los perdedores sean siempre los mismos.
Como decía, con cierta ironía, un ciudadano estadounidense al ser preguntado por el devenir de la campaña y por la incertidumbre que parece atosigar a los medios, «tras el llamado `supermartes' lo que vendrá seguro es el miércoles».