Alizia Stürtze historiadora
Ni Obama ni Hillary...me quedo con Miren
Por la ración de elecciones primarias yanquis con la que nos atiborran (y nos van a seguir atiborrando) en telediarios, periódicos, tertulias y demás medios «informativos», diríase que, en lugar de habitantes de Euskal Herria, lo somos de Iowa, Arkansas, Missouri o algún otro de los 50 estados que componen el glorioso imperio. Nos han explicado con pelos y señales lo que es un caucus, por qué era importantísimo para Hillary Clinton y Barack Obama sellar su nominación en el supermartes o Tsunami Tuesday, que los siguientes pasos decisivos para los candidatos demócratas van a ser el martes de Chesapeake o el martes de Potomac... Nos detallan la vida y milagros de cada candidato, nos analizan psicosociógicamente las «humanas» lágrimas de Hillary, sabemos qué personaje del star system apoya a qué aspirante, nos ofrecen esquemas y gráficas detallando la radiografía del voto demócrata y republicano, sabemos lo carísima que le sale la campaña a cada contrincante... Y todo este empachoso despliegue informativo lo hacen, dicen, porque esta carrera hacia la Casa Blanca ha despertado en nosotros un interés inusitado.
¡Mentira!
Detrás de esta desproporcionada cobertura mediática -a la que EITB, por cierto, se ha apuntado con inusitado fervor-, se esconden una serie de motivaciones y de realidades que nada tienen que ver con lo que los ciudadanos consideran temas prioritarios, y sí con el imperialismo/terrorismo cultural, es decir, con una estrategia orientada a la «norteamericanización» de los pueblos, a su insensibilización, a su alienación, a la sustitución de sus valores y conductas solidarias por otros concordantes con los intereses de las clases imperiales, a la despolitización y banalización de la vida cotidiana, al abandono de la reflexión, el compromiso y la lucha, al gusto por el sensacionalismo y el morbo; en definitiva, a la perversión de la democracia.
Es evidente que la puesta en escena de esta larga carrera hacia la presidencia yanqui utiliza todas las estrategias, técnicas y recursos del marketing. «Más que un debate fue un combate de boxeo»; «Hillary fue quien soltó el primer puñetazo»; «gloves off» (guantes fuera, o sea, directo a la yugular); «Obama acusó a Hillary de usar a su marido como perro de presa»; «finalmente, escondieron las garras»; «ha empezado el ajuste de cuentas»... Basta leer la prensa norteamericana para comprobar que la campaña es un puro espectáculo presentado como un «combate» de boxeo entre dos púgiles, jaleados o abucheados por sus correspondientes seguidores y en el que todo vale... todo menos abordar en profundidad las soluciones a problemas como Irak, la asistencia sanitaria o la recesión económica. Se trata de política basura pero que funciona porque tiene supuestamente intriga, emoción y morbo, porque engancha y, como la publicidad, nos sirve para anestesiarnos, para alejarnos de la realidad y de nuestro compromiso con la misma, es decir con la vida, que es de lo que se trata.
Asumido que EEUU es la «cuna de la democracia y los derechos humanos», al Estado español y a sus representantes autonómicos les interesa que interioricemos que ese engendro gringo es la democracia y que, en la medida en que aquí reproducen el modelo (españolizándolo, claro), también aquí disfrutamos de la democracia. A través del espectáculo, de una supuesta pugna despiadada entre «demócratas», entre ZP y Rajoy, se trata de legitimar una democracia que no lo es puesto que no es sino un juego de élites en el que el pueblo no toma parte alguna y que, además, se ve forzada a ilegalizar partidos vascos y a perseguir y encarcelar ideas en la medida en que, por defender derechos democráticos como el de autodeterminación, hacen peligrar el statu quo.
¿Quién gobierna Estados Unidos?, se pregunta James Petras en su espléndido libro «Rulers and Ruled in the US Empire - Bankers, Zionists, Militants» (Gobernantes y gobernados en el imperio USA - Banqueros, Sionistas, Militantes). Y su desarrollada respuesta es contundente: a través de los lobbys, el imperio lo gobiernan las élites financieras, corporativas y militares, los zioncons (neoconservadores sionistas) y las megaempresas, que son quienes establecen los parámetros dentro de los cuales los políticos, los partidos y los medios deben «discutir».
Esos parámetros varían en la medida en que varía el sector económico dominante en la clase dirigente. El previsible triunfo de los demócratas demostraría que las tensiones y conflictos dentro del bloque dirigente se han resuelto relativamente en contra de quienes hasta ahora han dirigido la desastrosa estrategia económica de Bush. Según esto, los guantazos y los golpes bajos entre Hillary y Obama no pasan de ser una tramposa pantalla que esconde la antidemocrática realidad yanqui.
Yquién gobierna el Estado español y sus apéndices autonómicos?, podríamos preguntarnos, y la respuesta sería la misma que da Petras para el imperio, sólo que, al tratarse de una potencia secundaria, con una mayor intervención del capital extranjero. Así, al igual que en Washington, en Madrid la agenda política no la marca Zapatero, ni la marcaría Rajoy, sino el grupo económicamente dominante que, ante el cambio de ciclo, necesita ahondar en la reestructuración. De modo que, al igual que en Washington la «guerra contra el terror» no la decidió Bush, tampoco ha sido el gobierno de Aznar ni el de Zapatero el impulsor real de esta ofensiva fascista contra el independentismo vasco. Si el juez Garzón tuviera un espejo mágico como el de la madrastra de Blancanieves y le preguntara: «Espejito, espejito, ¿acaso hay algún juez más independiente que yo?», al espejo le entraría un ataque de risa. Porque el megalómano juez no es más que una de las inquisitoriales herramientas de los sectores económicos dominantes (medios de comunicación incluidos) para acorralar al independentismo vasco y mantener contra viento y marea una España unida, es decir, un mercado español unido.
Con lo dicho hasta aquí parecería que no hay nada que hacer y que no merece la pena resistir y luchar.
Sin embargo, no es esa la conclusión de Petras. Muy al contrario. Ha sido y está siendo la resistencia de los pueblos afgano e iraquí la que ha bloqueado los planes militares de Washington de dominar el mundo a través de una serie de guerras ofensivas contra Irán, Siria y otros países, y la que ha estimulado otras formidables luchas anticoloniales como la de Hezbollah en Líbano. El debilitamiento de la capacidad de intervención militar yanqui ha servido además para aligerar la presión gringa sobre gobiernos progresistas como el de Cuba o el de Venezuela, cuyo ejemplo ha podido así irse contagiando en otros países latinoamericanos.
Del mismo modo, ha sido (y será) la resistencia de los independentistas vascos la que ha puesto en evidencia el rostro fascista de esta «democracia» en permanente estado de excepción. Ha sido (y será) la lucha política y popular de Euskal Herria por su derecho a decidir la que ha abierto también el camino a otros pueblos de la península y la que ha desbrozado nuevas vías para el desmantelamiento del impresentable edificio posfranquista cocinado por quienes todos sabemos en la mal llamada transición.
Ni Obama porque es negro, ni Hillary porque es mujer, ni Zapatero porque es «socialista», ni Ibarretxe porque dice que nos va a «consultar»... ninguno de ellos nos representa porque sólo les mueven los intereses político-económicos de la élite económica. Al pueblo sólo le representa quien pelea por sus derechos políticos y sociales y por la consecución de una auténtica democracia.
A mí, como al resto del pueblo trabajador guipuzcoano, sólo me pueden representar Miren Legorburu, Iñaki Zabala y el resto de los que componen las ilegalizadas listas de ANV al Congreso y al Senado por Gipuzkoa. Ese es el único voto útil porque es el único auténticamente democrático.
Para ellos va a ir mi voto y espero que el de muchas decenas de miles de ciudadanos que aún no han olvidado lo que es la dignidad.