Fede de los Ríos
Contumaces y rebeldes
Con este pleonasmo de regusto decimonónico describe Garzón a Pernando Barrena y Patxi Urrutia. Dice que por ello los ha encarcelado. Y dice bien. Efectivamente, insurrectos y revolucionarios por preferir lo común a lo singular desde su juventud. Lo contrario que él.
Sabido es, gracias a Freud, que un complejo de Edipo mal resuelto en edad temprana puede dar en narcisismo insoportable. Si la práctica social del narciso es vehiculada hacia las artes plásticas puede resultar hasta gracioso, siempre que no se conviva con el sujeto, pero si adquiere poder sobre sus semejantes, no dudará en aplastarlos para ganar renombre. De enanos que se creyeron gigantes están plagados los libros de Historia. Sumisos ante los poderosos, ejercen de mamporreros, sacando pecho contra el débil. Contra un Pinochet sin poder y ya casi en el olvido ejerzo de valiente; ante su jefe, Henry Kissinger, doblo el espinazo. La ley, ya se sabe, es moldeable y nada tiene que ver con la justicia.
Si el Gobierno lanza una ofensiva contra la disidencia, me adelanto y canto. Hay que subirse a la ola cuando uno no destaca en lo suyo. ¿Que la instrucción del sumario hace sonrojar a un estudiante de primeros cursos de derecho? ¡Tanto da! La sentencia ha sido dictada de antemano y la injusticia queda impune cuando sirve a los poderosos.
Llama la atención el mutismo de algunos miembros de la Judicatura, el de aquellos que decían defender un Derecho Constitucional garantista. ¿Hacia dónde mira la Unión Progresista de Fiscales? Y los llamados Jueces por la Democracia padecen de afonía crónica. Los colegios de abogados escuchan impasibles los desgarros en la dama de la balanza que es violada un día sí y otro también. «Ver, oír y callar», los tres monos que lo simbolizan ya visten la toga de los letrados.
ANV y PCTV ilegalizados de facto porque «casi ponen el pie en el umbral de la integración terrorista». La condena de intenciones nos ha metido a todos hasta la cocina de una democracia autoritaria donde la justicia es un simulacro. Los que debieran defender al ciudadano, si ciudadano se puede ser bajo una monarquía, no ven, no oyen y callan, pero no pueden tapar el olor a podrido que desprende la corrupción del Estado y la de sus servidores. Aunque vista de Dolce & Galbana y se embadurne de Chanel, la mierda es siempre mierda, y de ella sólo gustan los coprófagos.