Me temí lo peor. Sin semifinal antes de que empezara. Con dos especialistas en pasar los bloqueos por detrás por parte baskonista -con decir que hasta Vidal se contagió-, Lewis, Huertas y Vázquez parecían dispuestos a prolongar el exponencial del 6,25 hasta el infinito. ¡Qué ganas tendría Spahija de cascarle a alguno! Pero no todo el monte es orgasmo, como dijo aquel, y mientras Weis ¿hacía? la tercera, el técnico croata probaba lo que sea (hasta Teletovic lo intentó -¡y anotó!- en el poste bajo) y para el descanso había pasado el susto. Había semifinal. Y de la buena.

Quincy seguía improvisando, pero Rakocevic dijo jazz-ta bien y cortó los solos del brotha recitando de carrerilla el monólogo que tan bien se sabe. El Tau, boqueando por aire hacía un rato, ensanchaba la rendija que se encontró para, ya sí, respirar a pleno pulmón. Mientras, Weis ¿hacía? la cuarta, primero, y poco después, la quinta. Rancik demostraba que no estaba para jugar -no sé su espalda, pero al menos su cabeza no; aunque nadie se merece romperse con un spagat- y quien boqueaba después era el Gran Bilbao. Vidorreta al menos tuvo la deferencia de ahorrarnos el carrusel de tiros libres con un discutible cálculo de probabilidades...y perdió. Luego, no fui nada original y, quizá echando piedras sobre el Araba, apoyé a muerte a la Penya. Por cierto, el MVP está difícil, Sergi, pero tú sigue apretando, que si se lo dan a Rudy, como en 2004 -no les sirvió para ganar- no me importará tanto fallar el pronóstico.