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La cara oscura del mito del hombre hecho a sí mismo

«Pozos de ambición»

Paul Thomas Anderson aspira a conseguir su segundo Oso de Oro en la Berlinale con «Pozos de ambición», película nominada a ocho Óscar, de los cuales se perfila como el más seguro el de Mejor Actor para Daniel Day-Lewis. Su creación del magnate del petróleo Daniel Plainview es lo que más ha impresionado de este drama épico de casi tres horas.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

A una semana prácticamente de la ceremonia de entrega de los Óscar, la película «Pozos de ambición» presenta más dudas que su directo rival, debido a que «No es para viejos» ha conseguido una mayor unanimidad por parte de la crítica en cuanto a su maestría cinematográfica, mientras que la realización de Paul Thomas Anderson ha vuelto a crear división de opiniones en su presentación en la Berlinale, donde aún así aparece como favorita para llevarse el Oso de Oro por sus aire de gran drama épico lleno de pretensiones artísticas. Pero es justo la pretenciosidad la característica que juega en contra de este autor, quien, ya desde sus comienzos independientes, ha dejado claras sus nada disimuladas ganas de epatar a los espectadores.

El título que le dio a conocer ampliamente fue «Boggie Nights», gracias a un tema tan llamativo como el de la ascensión y caída de una estrella del porno. Su consagración llegó con el triunfo en Berlín de «Magnolia», en la que aplicó de forma espectacular, por no decir estridente, la fórmula de historias cruzadas del maestro Robert Altman, consiguiendo de la noche a la mañana un mayor y más rápido reconocimiento que su propio inventor. Esa imperiosa urgencia por llevar las cosas al límite volvió contra él en «Embriagado de amor», una comedia demasiado excéntrica que supuso un serio revés e hizo recelar sobre sus verdaderas posibilidades a todos, excepto a sus incondicionales y al jurado que le concedió la Palma de Oro en Cannes al Mejor Director.

El ambicioso Paul Thomas Anderson ha encontrado la oportunidad de hacer algo grande en la novela de Upton Sinclair «Oil!», ideal para desarrollar un ejercicio de estilo sobre un fondo histórico impresionante, como es el nacimiento de los magnates del petróleo que arrasaron con todo a principios del siglo XX. Es decir, que ha dejado a un lado su toque indie y moderno, para obtener la diplomatura como cineasta de culto, que es a lo que realmente aspira. Considera que le ha llegado ya la hora de hacer su particular «Ciudadano Kane», lo que obliga ahora a la crítica a evaluar si, en efecto, posee el talento prodigioso y colosal del joven Orson Welles. Por la ambientación, se está comparando a «Pozos de ambición» con «Gigante, y por su dimensión épica, con «Lawrence de Arabia». Y es que a una película que dura tres horas solamente se la puede equiparar con producciones inmensas, aunque Paul Thomas Anderson se aparta conscientemente de ese clasicismo, a fin de imprimir a la narración una perspectiva contemplativa y naturalista a lo Terrence Malick, tal como ocurría recientemente en la menos prestigiada «El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford».

Lo paradójico es que, pese a los esfuerzos del cineasta por deslumbrar en el plano visual y narrativo, la mayoría de comentarios coinciden a la hora de señalar que la grandeza de «Pozos de ambición» procede de la interpretación de Daniel Day-Lewis, lo cual resulta muy sintomático. La meticulosidad puesta en cada uno de los distintos aspectos es la misma, y cada toma está igual de trabajada desde el ángulo de la cámara que del de la presencia del actor en ella, pero al final, por alguna razón, luce más la labor del actor nacionalizado irlandés. Ya se sabe cómo prepara sus personajes, se mete en ellos a conciencia. En esta ocasión, Daniel Day-Lewis se ha introducido en el magnate Plainview a través de su voz, el elemento que lo define. De ahí que sea recomendable, a modo de anticipo, ver el trailer en versión original. La inflexión y la manera de vocalizar son inconfundibles, en cuanto se inspiran en la forma de hablar de la época, estudiada por medio de grabaciones. Otra forma indirecta ha sido fijarse en las formas expresivas de John Huston, a partir de su caracterización del magnate Noah Cross en «Chinatown», junto con sus declaraciones en diversos documentales, principalmente en torno a su película «El tesoro de Sierra Madre», película muy adecuada por su retrato de los buscadores de minas y fabulosos yacimientos.

De cualquier forma, lo que Paul Thomas Anderson busca en las fuentes es la inspiración y no la fidelidad. El magnate descrito por Upton Sinclair en su novela era muy distinto, al basarse en un personaje real de los años 20, un tal Edward L. Doheny. Este millonario de Los Ángeles, al que dedicaron una calle que recorre Beverly Hills, fue acusado de fraude y soborno. Hechos que se inscriben dentro de los abusos cometidos por la denominada Banda de Ohio durante el mandato de Warren G. Harding, entre 1921 y 1923. El nombre de ficción que el escritor le puso fue Arnold Ross, descartado por Paul Thomas Anderson en su guión, inventándose el de Daniel Plainview. No se trata por tanto de una adaptación literaria al uso, sino de una versión libre, bien diferente en sus intenciones. El cineasta se ha desentendido por completo de la carga política del original, de la crítica al capitalismo salvaje que hacía el socialista Upton Sinclair. En su lugar prefiere hablar de un proceso de autodestrucción, de lo que ocurre cuando alguien hecho a sí mismo no conoce su límite y desafía a los dioses, enloquecido de poder. Porque en la película el dinero y la religión van muy unidos, constatación que permite establecer una paralelismo con la Norteamérica actual. No era esa la visión de Upton Sinclair, un precursor de la defensa de los derechos civiles, que ya en 1906 con su novela «La jungla» denunció las malas condiciones de los trabajadores de los mataderos, logrando que se tomaran medidas en el tratamiento de los productos cárnicos. Escrita en 1927 «Oil!» seguía fiel a ese espíritu de denuncia, en un período en el que sus tierras les eran arrebatadas a humildes granjeros bajo la presión de las compañías petroleras. Idéntico al que le llevó a obtener el Pulitzer en 1943 con su alegato antinazi «Los dientes del dragón».

«Pozos de ambición» presenta a Daniel Plainview como uno de los fundadores de la actual California, si bien la acción de la película se remonta en su comienzo a la búsqueda de oro y plata en las viejas minas de Texas. Son los escenarios que también se pueden ver en «No es país para viejos», una casualidad que no va más allá por lo opuesto de los tiempos reconstruidos. Además, el protagonista pronto descubre que el futuro está en el oro negro, por lo que se interesa por un terreno californiano cuyo subsuelo esconde una enorme balsa de petróleo. Para hacerse con la propiedad deberá llegar a un acuerdo con la familia que la ocupa, cuyo hijo es un predicador que a cambio espera respaldo económico para su iglesia. Cuando éste se sienta traicionado, puesto que Plainview no respeta ningún pacto, la amenaza bíblica del título original va tomando cuerpo. No es el único enemigo del magnate, destinado a acabar solo por culpa de su mezquindad, ya que también compite con la compañía Standard Oil en su afán por ser el primero y conseguir construir un oleoducto para conducir el petróleo hasta la costa. La única familia que tiene este hombre solitario y egoísta es un hijo adoptado, del cual se distanciará definitivamente tras un accidente que deja al pequeño sordo, a la vez que el ansia de riqueza le aleja de su idealismo.

Estreno

Título original:

«There Will Be Blood».

Dirección: Paul Thomas Anderson.

Guión: P.T. Anderson, sobre una novela de Upton Sinclair.

Producción: P.T. Anderson, Joanne Sellar y Daniel Lupi.

Fotografía: Robert Elswit.

Música: Johnny Greenwood.

Intérpretes: Daniel Day-Lewis, Paul Dano, Dillon Freasier, Ciarán Hinds, Kevin J. O'Connor, Barry Del Sherman, Russell Harvard, Randall Carver, Sydney McCallister.

País: EE.UU, 2007.

Género: Drama épico.

Duración: 158 minutos.

A vueltas con el caprichoso cambio de título

Las protestas que provocan los caprichosos cambios de título perpetrados por las distribuidoras, rara vez sujetos a una simple traducción del original, se han disparado con «Pozos de ambición», hasta el punto de originar indignados artículos periodísticos y encendidos debates radiofónicos. El título en inglés, «There Will Be Blood», ideado por Paul Thomas Anderson, es una cita bíblica que anuncia exactamente «habrá sangre». Aquí, temían que el público pensase en terror gore o algo así. La edición literaria ha afinado más y la novela «Oil!», de Upton Sinclair, ha sido traducida por «Petróleo». M.I.

BANDA SONORA

Anderson recurrió a una fuente novedosa: Jonny Greenwood, el guitarrista del grupo de rock Radiohead, quien ha creado una densa y narrativa banda sonora, que comparan con un «paseo por una montaña rusa». La grabación se realizó en los legendarios estudios de Abbey Road.

PARALELISMOS

La película se filmó en Marfa (Texas), donde se rodó hace décadas «Gigante», la legendaria película sobre el petróleo. Su dimensión épica hace pensar, además, en que la intención del director haya sido la de realizar su particular «Ciudadano Kane».

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