Maite SOROA
Aulestia ante un espejo
Una de las escasas satisfacciones que ofrece el empacho diario de prensa es comprobar cómo algunos insisten en que sus fracasos serán los de todos. O sea, que nadie conseguirá llegar a donde él no llegó. Le pasa muchas veces a Kepa Aulestia
Ayer, en «El Correo Español», hablaba de los últimos encarcelamientos y venía a decir que han sido casi, casi, voluntarios: «Se diría que el Estado de Derecho y la izquierda abertzale han podido acordar un punto de encuentro; un lugar en el que el primero se realiza permitiendo la última victimización de la segunda». Observen la profundidad abisal de la memez.
Como las cosas de la cabeza hay que mirarlas con cuidado, no se rían al leer lo que sigue: «La persistencia de la trama etarra ha inoculado en la percepción ciudadana y en las observaciones más informadas la especie de que todos sus pasos obedecen a un plan preestablecido, sinuoso y urdido en el más absoluto secreto. Si fuera así, deberíamos concluir que, en realidad, los detenidos y encausados se están entregando, y que además están brindado a la Justicia las pruebas necesarias para no verse obligados a autoinculparse». Avanza imparable hacia el absurdo.
Y ahí choca con un elemento que le incomoda en su análisis: «Sin embargo, un comunicado con fecha del martes pasado vino a advertir de que tanto Batasuna como su mesa nacional continúan operativas (...) aunque en el ambiente va instalándose una interrogante que comienza a pesar también sobre el gesto cansino de la izquierda abertzale: Batasuna y la mesa nacional existen. ¿Pero dónde?» A ti te lo van a decir, majo. Para que lo cuentes en «El Correo Español»...
Lo mejor llega cuando retrata lo que les pasó a él y a los suyos: «La causa más evidente de que el final del terrorismo siga siendo un tema controvertido es que nadie sabe cuándo ni cómo se producirá, aunque sea clamor la convicción de que llegará ese día. Esta incógnita propicia la especulación interesada a cuenta de los orígenes del problema y sus virtuales soluciones. Y ello contribuye a que se deseche una de las hipótesis que deberían barajarse al imaginar la salida del túnel: que de pronto un día ETA dejara de existir. Que ya no quedara nadie manteniendo sus siglas». ¡Qué bueno!
Y asegura que «No es un imposible, está ocurriendo. Está ocurriendo con Batasuna, a pesar de la pose forzada de quienes todavía no han sido acusados de pretender reconstituir otra, la enésima, mesa nacional». Volveremos a tratar el tema. Ya verán.