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«Tengo que ser el primer espectador sorprendido con la película que estoy dirigiendo»

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José luis GUERÍN

Director de cine

«Unas fotos en la ciudad de Sylvia» se convirtió en el excelente prólogo inaugural del Festival Punto de Vista de Iruñea. El propio José Luis Guerín presentó este fascinante y complejo experimento visual que contó con el excelente respaldo sonoro de un compenetrado quinteto de músicos dirigidos por la compositora Paula Yturriaga.

Koldo LANDALUZE | IRUÑEA

El reencuentro con José Luis Guerín siempre resulta interesante porque da la sensación de que asistimos a una etapa dentro del interminable viaje emprendido por un Ulises que nunca quiso regresar a Itaca. Autor de obras tan arriesgadas y sorprendentes como «Tren de sombras» (1997) y «En construcción» (2001), este multipremiado autor catalán llegó a Iruñea para presentarnos las fotografías que dieron forma y sentido a su película «En la ciudad de Sylvia». Llega cansado a nuestra cita, acaba de llegar de Estados Unidos tras asistir a una retrospectiva completa que le dedicó la universidad de Boston. De su bolsa extrae una cámara digital y comienza a filmarme. «Esta cámara es mi cuadernillo de tomar notas y apuntes. Intento escaparme de la tiranía de la literatura, del discurso narrativo del cine tomando notas con mi cámara. Este trabajo que presento no parte de un texto literario previo, sino de un juego azaroso con las imágenes».

En las intenciones y en la planificación de «Unas fotos en la ciudad de Sylvia» sí hay una apuesta clara por romper los moldes prestablecidos del discurso tradicional cinematográfico. Pero, a la hora de planificarla y desarrollarla, ¿continúa siendo fiel a los modelos clásicos?

Con las fotos sí, es curioso. En este trabajo hay una estructura y una organización con la que pretendo contar una historia desde una aptitud mucha más clásica que en la película «En la ciudad de Sylvia», que es mucho más abstracta y abierta.

¿Qué cree que aporta a esta experiencia la inclusión de música en directo?

Yo me siento muy halagado con esta experiencia de incluir música en directo que respalde a la imagen. Lo asumo como aquellos autores del cine mudo a los que musicaban sus filmes. Pero, en el substrato de «Unas fotos en la ciudad de Sylvia» prevalece la intención de jugar con los silencios. Es una experiencia híbrida entre literatura y cine y la idea del silencio me gusta porque creo que la asemeja más a la experiencia literaria. La aptitud del espectador ante este proyecto es la de un lector y no sólo porque debe leer las frases que se cuelan entre las imágenes, sino porque debe leer las imágenes y lo que escapa de una imagen a otra, esas pequeñas historias que enlazan una fotografía con la siguiente. Me gusta la intimidad creada por el silencio, siempre me ha gustado el silencio del cine mudo, es casi litúrgico compartir las emociones y silencio. Pero, simultáneamente a esa emoción mía, constato que crea un gran incomodidad entre muchos espectadores que no aceptan el silencio, no saben cómo sentarse y tosen constantemente como manifestación nerviosa.

¿Qué aptitud adopta el cineasta en un proyecto como «En la ciudad de Sylvia»?

La película está organizada en una dialéctica entre dos miradas. La mirada del soñador que busca un rostro preciso que nunca llegará a concretarse y encarnarse en una persona determinada y está la otra mirada, mucho más distante y objetiva: la del observador-soñador que contempla la ciudad alrededor de una cotidianeidad. Descubre a los habitantes que son ajenos a la búsqueda que emprendió el observador.

El cine es un medio obligado a reinventarse constantemente. ¿Es obligatorio esta especie de regreso al cine mudo que ahora nos plantea?

No es obligatorio, pero es un deseo muy grande para mí y es curioso que la llegada de las nuevas tecnologías haya sido lo que me ha permitido retomar los legados más antiguos del cine, incluso del pre-cine: la fotografía secuencial. Esta apuesta, en la industria del cine español actual, singularmente academicista, resulta implanteable.

Cuando tiene una cámara entre las manos ¿qué le preocupa más: el peso -el ritmo del tiempo- o el paso legado por el tiempo?

El tiempo lo descubro después, en el montaje. Normalmente, cuando capturo una imagen, busco el momento revelador que puede venir dado por el tiempo, por un gesto, una mirada, una observación. Es un estadio atento, el sentimiento del cazador: estar predispuesto a la captura. Es una aptitud de cierta espera ante la revelación de descubrir algo. Para mí una película tiene mucho que ver con esa noción de la revelación, del descubrimiento. Por ese motivo, no me interesa nada hacer una película que esté ya comprendida en un guión cerrado de antemano. Si ya puedo ver la película de antemano, no tengo deseos de hacerla. Tengo que ser el primer espectador sorprendido con la película que estoy construyendo.

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