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Fede de los Ríos

De demócratas y violentos

Al parecer algunos conciben la Política (con mayúsculas) como una forma, la óptima, de negación de la Violencia (también con mayúsculas) y cuando menos, resulta paradójico que el mecanismo para lograrlo sea el del uso de la violencia y la garantía de su eficacia sea el monopolio de dicha violencia, o sea, el estado. Son los demócratas. Demócratas como Bush, que defienden el uso de la «asfixia simulada» en interrogatorios de «presuntos terroristas» porque «los familiares de las víctimas lo entenderán». Imagino a familiares de víctimas de la violencia política y económica que el Gobierno estadounidense ejerce, allí donde llegan sus marines y sus multinacionales, no sólo entendiéndolo sino dando volteretas ante el empalamiento del ex-alcohólico.

Demócratas-sociales como el consejero Azkarraga distinguen entre huelga buena y mala. Y, para explicarlo de manera didáctica, su colega Balza manda a sus legítimos violentos encapuchados. Socialistas democráticos niegan, aun con parte médico forense, la evidencia de la tortura en el cuerpo de un detenido. Condenas de cientos de años de prisión sin otra prueba que la autoinculpación en hábiles interrogatorios. Cristianos demócratas que ordenan el uso de la violencia para expulsar a concejales del salón de plenos mientras otros progresistas, defensores de todos los derechos, asisten impasibles. Como unos no condenan la violencia, deben sufrirla. Como otros la condenan, la pueden aplicar. Curioso. El discurso del Orden se ha tornado en el orden del Discurso. Todo lo que se sale de él es asunto de la Policía, del estado y de sus jueces.

Si nos indignamos contra la injusticia, si nombramos a los excluidos, si señalamos a los responsables, si no buscamos excusas para aplazar el juicio y la acción que transforme el actual estado de cosas ¿en qué nos convertimos? Mientras alguien se oponga y se resista a las múltiples formas de la violencia terrorista de los poderes dominantes, es decir, a eso que llaman Política (con mayúsculas), ese alguien será un violento. Si además hace uso de medios similares a los empleados por el estado, más rudimentarios como es natural, será tildado de terrorista. Así está la cosa queridos. Así desde que en el Neolítico un cabrón puso una cerca alrededor de un campo, se armó de un garrote y dijo: esto es mío. Y los demás, por miedo, no lo corrieron a hostias.

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