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Bernard Cassen (*) Director de «Le Monde Diplomatique» y presidente de honor de Attac

El «minitratado de Lisboa», Sarkozy y el arte de llevar a los pueblos adonde no quieren ir

Del mismo modo que las «subprime» han «aplastado» al sistema financiero internacional, las palinodias «sarko- socialistas» sobre la ratificación del Tratado de Lisboa tendrán efectos devastadores sobre la confianza de los ciudadanos en los procesos democráticos

Sin forzar las cosas, no puede dejar de constatarse el paralelismo entre las lógicas llevadas a cabo en dos procesos que dominan la actualidad: por una parte, la nueva crisis financiera internacional acarreada por el hundimiento del mercado inmobiliario americano; por otra parte, la ratificación del Tratado de Lisboa, clon del Tratado Constitucional europeo rechazado por los pueblos francés y neerlandés en la primavera del 2005.

En los dos casos el fin justifica los medios, todo empieza con un timo de estafadores movidos únicamente por su interés (material o político) y todo termina con pérdidas en su mayor parte «socializadas».

En el caso de las «subprime», unos corredores de cambio más bien burdos vendieron créditos hipotecarios a crédulas familias americanas sabiendo perfectamente que había grandes probabilidades de que no pudieran ser reembolsados y que, por lo tanto, podían acarrear la ruina de los propietarios expulsados de sus casas. Después de embolsarse la prima, los establecimientos financieros dividían en pedazos estos créditos y una vez mezclados con otros productos de menos riesgo, los han «titularizado» y revendido a otros establecimientos que, a su vez, los han cedido a otros, etc. Y uno tras otro, todo el sistema financiero se ha visto contaminado por esos títulos «podridos», y en medida tal, que no se sabe cómo empezar a evaluar, aun vislumbrándose enorme. Así, solamente la Société Générale ha hecho, a ciegas, una provisión de 2.000 millones de euros por su exposición a las «subprime».

En el caso del Tratado de Lisboa, un estafador llamado Sarkozy «vendió» a los electores, durante su campaña electoral, la idea de un «mini-tratado» o «tratado simplificado», que según él no tiene nada que ver con la «Constitución» rechazada en 2005 y que por lo tanto no necesita de ningún referéndum. Para ver hasta dónde llega realmente la miniaturización y la simplificación: un texto de 287 páginas con 356 modificaciones de los tratados anteriores, completado con un acta final de 36 páginas, 13 protocolos, 65 declaraciones y un anexo, todos con el mismo valor jurídico.

En su operación de escamoteamiento, este charlatán se ha beneficiado y continúa beneficiándose de la connivencia de los grandes medios de comunicación: contra toda evidencia, continúan hablando de «mini-tratado» y de «tratado simplificado» para esconder la fechoría consistente en desautorizar la decisión de todo un pueblo por su representación parlamentaria. Este es el significado del recurso al Congreso en lugar de un referéndum para la revisión constitucional necesaria para la adopción ulterior del propio Tratado.

Aún admitiendo que hay engaño respecto a la mercancía, Nicolas Sarkozy había sin embargo anunciado un poco la línea: no habría referéndum. Sobre todo porqué, expresándose en «off» ante los periodistas, no escondía que una consulta popular llevaría nuevamente a la victoria del «no». El Partido Socialista también había anunciado la línea, pero en sentido inverso: tanto en el programa como en las propuestas de la candidata Ségolène Royal, figuraba la exigencia de un referéndum para todo nuevo tratado europeo.

También en esto vemos lo que ha pasado: la dirección del partido no ha sabido resistirse a la tentación de tomarse una feroz venganza respecto al «no» de la mayoría de sus propios electores y de una fracción importante de sus diputados haciéndose cómplice de la negación sarkoziana de la democracia. Además, ha actuado de una forma especialmente hipócrita, arreglándoselas para que el referéndum que pretendidamente reclamaba no tuviera lugar. Mientras que un «no» unánime de la oposición en el Congreso de Versalles podía, con el apoyo de algunos votos de disidentes de la derecha, bloquear la revisión constitucional y obligar al presidente de la República a convocar un referéndum, lo que hizo fue preconizar en primer lugar un boicot y luego la abstención. Dos formas de decir «sí», ya que solamente se tendrán en cuenta los sufragios emitidos.

Del mismo modo que las «subprime» han «aplastado» al entero sistema financiero internacional, las palinodias «sarko-socialistas» sobre la ratificación del Tratado de Lisboa tendrán efectos devastadores sobre la confianza de los ciudadanos en los procesos democráticos: mostrando la inanidad de los compromisos electorales del principal partido de la oposición; imponiendo un tipo de Europa que los pueblos rechazan claramente. Especialmente con un Tratado que prohíbe la más mínima limitación a la libre circulación de los capitales y que, por lo tanto, deja en total libertad a la exportación planetaria de los riesgos de los títulos «podridos».

Teniendo en cuenta todo esto ¿no habrá llegado el momento de interrogarse sobre la naturaleza misma de la Unión Europea, verdadera máquina de liberalizar, y sobre la forma de librarse de su sujeción?

(*) Este artículo ha sido traducido por Anna Garriga para la revista «Sin Permiso» (www.sinpermiso.info). Corresponde a la intervención de Bernard Cassen en un simposio co-organizado por la revista «Utopie» en París el pasado 2 de febrero.

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