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CRÓNICA | CRISIS EN SOMALIA

Los más pobres sufren las consecuencias de la retirada de los cooperantes

Matar a un cooperante en Somalia es fácil para los milicianos armados, pero supone un alto precio para los indigentes, que se enfrentan a las consecuencias de perder el único auxilio que tenían. Miles de personas, la mayoría niños y ancianos, sufren en Somalia por la retirada de Médicos sin Fronteras (MSF) a raíz del reciente atentado que sufrió uno de sus equipos en Kismayo.

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Abukar ALBADRI Mogadiscio

Esa retirada implica que las instalaciones médicas administradas por MSF en Somalia han sido cerradas o trabajan a medio ritmo por la falta de personal capacitado o la escasez de medicamentos. Centros médicos en distintos lugares han dado cuenta de la muerte de 130 niños desde que los médicos de MSF se fueron, según datos obtenidos en varias ciudades importantes del sur, aunque las fuentes consultadas no han establecido una relación directa entre esas muertes y la retirada de los equipos de MSF. Los fallecimientos se han producido en Kismayo, Shalanbood, Jawhar y Baladwyn, en casi todos los casos por diarreas, malnutrición y otros males.

Fuentes de MSF tampoco podían confirmar que estas muertes estén ligadas a la retirada de su personal. «Se pueden dar muchas hipótesis», declaró a Efe desde Nairobi el coordinador general de MSF-España en Somalia, Javier Fernández.

Todo se desató a raíz del atentado del 28 de enero contra un equipo de la delegación holandesa de MSF en Kismayo, en el que murieron tres cooperantes: el médico francés Damien Lehalle, el keniano Victor Ukumu y el conductor somalí Mohamed Bidhaan. También falleció un periodista local, identificado como Hassan Kafi Hared, que pasaba por la zona cuando se produjo la explosión.

A raíz del ataque, MSF decidió retirar del país a 87 cooperantes extranjeros que trabajaban en catorce proyectos distribuidos por todo el territorio y dejaron las tareas médicas más urgentes al personal somalí.

El ataque «es absolutamente intolerable y una grave violación de la acción humanitaria con la que nuestros colegas estaban tan comprometidos», afirmó el presidente del Consejo Internacional de MSF.

«Aunque las actividades médicas más urgentes continúan bajo la supervisión de nuestros colegas somalíes, la suspensión va a obstaculizar claramente la asistencia médica esencial de MSF en Somalia», puntualizó Christophe Fournier.

Labor clave

Los cooperantes aportaban medicamentos a pacientes externos e internos y daban atención en cirugía, nutrición y otros servicios. Se trata de una labor clave en un país que desde 1991 vive casi en la anarquía, sin un Gobierno central y pasto de las luchas y rivalidades entre clanes o «señores de la guerra».

Según Fernández, no hay, de momento, una fecha para el regreso de MSF. «El único requisito previo es que tengamos las garantías de que se va a respetar nuestro trabajo», indicó.

Mama Mohibo Mohamed, de 45 años y madre de seis niños, que había abandonado Mogadiscio para buscar refugio en Kismayo, se quejó de la crisis humanitaria que afronta el país a raíz de la salida de MSF.

«Sobrevivíamos gracias a la comida y las medicinas de las que nos proveía MSF, y desde el ataque estamos hambrientos», afirmó la mujer, que acusó a los autores del ataque de la interrupción de la ayuda.

«Han intimidado a los buenos samaritanos y nos han dejado desamparados», insistió.

Haredo Osman Ali, de 37 años, con cinco menores a su cargo y que vive en un campo de desplazados de las afueras de Mogadiscio, aseguró que cinco niños habían muerto en los últi- mos días a causa de la desnutrición o falta de atención médica.

«Los doctores estaban visitando a nuestros niños a diario, nos daban medicinas y alimentos, pero ahora han sido forzados a retirarse», aseguró la mujer somalí, para quien «nuestras esperanzas (de sobrevivir) eran mucho mejores que ahora».

No hay mucha información sobre la identidad de los autores del atentado, pero el grupo islámico Alshabab lanzó una serie de ataques contra oficinas de la ONU en Mogadiscio hace unos días. Ese grupo, sospechoso de tener vínculos con al-Qaeda, sostiene que algunas agencias de la ONU financian al Gobierno provisional, al que acusa de ser una «marioneta» de Etiopía. «El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo financia al enemigo de Somalia y tiene buenas relaciones con las fuerzas de ocupación (Etiopía)», afirma Alshabab en su web.

A la población le inquieta que si el grupo mantiene sus ataques contra el personal de la ONU, otras ONG o agencias internacionales se irán del país o suspenderán su actividad.

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