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El fin del mundo

Ines INTXAUSTI, Telebista kritikaria

En el fin del mundo también llueve. Lo digo porque estoy allí. Ha amanecido lloviendo después de un buen eclipse lunar y una noche televisiva de esas que hacen época. En el hotel donde me hospedo hay, cómo no, un bar. Un buen bar. Grande, pero no excesivo, y típico, sin concesiones al diseño masificado de arquitectura cosmopaleta. Pocos nativos entre la fauna clientelista. Una flora estatal compuesta por gente que, sin lugar a dudas, votará el próximo día 9 de marzo y un zócalo basal del continente absolutamente monocromático: todos están rojos como necorillas recién metidas en el caldero hirviente. El simple hecho de observarlos da en sí mismo calor. Pero sospecho que ustedes quieren que yo vaya una vez más al grano (o, por lo menos, siquiera una vez) y me deje de links personales. El jefe de todo esto no es tonto y quiere que el mayor número de residentes se acerque al bar y pase ahí cuando menos un par de horas. Lo consigue noche tras noche. En el recinto ha colocado nada menos que tres pantallas -dos de ellas XXL- y diariamente programa tres partidos de fútbol, para solaz y regocijo del pueblo trabajador europeo. Fui testiga del siguiente triunvirato Txanpions Li: frente a mí, el Celtic contra el Barcelona F.C. A menos de un metro , en la segunda pantalla, el Arsenal contra el Milán. Y encima de mi cabeza, el Lyon contra el Manchester. Lo menos idiosincrático, y a la vez más divertido, era que había gente para animar a cada uno de los equipos. A mi lado, una pareja de Manchester y enfrente un nativo con un tatuaje de la figura creada por García Erguin para el centenario del Athletic de Bilbao. Los cuatro trazos rojos y un punto negro que para sí quisieran muchos hooligans de Santutxu. Verídico. Todos los hombres eran capaces de entender los tres partidos sin ningún problema. No comprendo entonces porque en su casa son incapaces de hacer dos cosas sencillas como poner la mesa y después fregar, por ejemplo. Yo no se quién ganó, ni quién perdió aquella noche. Mejor dicho, sí. El jefe de todo aquello. La televisión es la que no se moja ni siquiera en el fin del mundo. Y el chico del tatuaje que tuvo la suerte de nacer allí tampoco. Como despedida me dijo que sabía algo de euskara: «Ander hartu tximinoa». Yo saqué mis propias conclusiones. Es su turno.

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