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«La Ertzaintza cargó y me dieron un pelotazo a bocajarro en los testículos»

«Estábamos cantando el `Eusko gudariak' pero no nos dejaron terminar. Un mando dio la orden de ¡dále ya! y me dieron un pelotazo a bocajarro en los testículos. Tengo el pene medio reventado». Así recuerda Enrike Erregerena Bera la «salvaje» carga de la Ertzaintza contra las personas que el pasado viernes realizaban una pacífica concentración ante el Palacio de Justicia de Donostia para denunciar las torturas sufridas por Igor Portu y Mattin Sarasola.
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Iñaki VIGOR |

Enrike Erregerena, de 51 años de edad y vecino de Ituren, fue una de las personas que el pasado día 22 acudió a las puertas del Palacio de Justicia de Donostia para expresar su solidaridad a Igor Portu y Mattin Sarasola y denunciar la práctica de la tortura. La convocatoria había surgido del movimiento pro amnistía y estaba motivada por la comparecencia ante el juez de ocho guardias civiles imputados como responsables de las torturas a los dos jóvenes lesakarras.

«Era una concentración legal. Nosotros estábamos con los brazos abiertos y ellos con sus escopetas preparadas. Nosotros con nuestras caras limpias, y ellos con sus morros cubiertos. Nos dieron cinco minutos para desalojar. Entonces recogimos la pancarta y nos pusimos a cantar el `Eusko gudariak' antes de irnos, pero no nos dejaron terminar. Yo estaba cantando en primera fila y me llevé el primer pelotazo», recuerda Enrike Erregerena mientras se recupera en su casa de Ituren.

Aquel pelotazo a bocajarro le impactó de lleno en los testículos y quedó prácticamente inmovilizado. «Yo no podía ni andar, quedé jodidísimo. Ellos seguían tirando pelotazos y cargando, y la gente iba cayendo. Aquello era tremendo», resume.

Al ver su estado, una persona se interesó por él y le llevaron al ambulatorio de Egia, donde fue atendido urgentemente. «Me tumbaron en una camilla y me colocaron mucho hielo en los testículos. También me pusieron una inyección para el dolor, porque aquello era insoportable», se duele todavía.

A la vista de su preocupante estado, los facultativos del ambulatorio de Egia decidieron trasladarle al Hospital Donostia, en cuyo servicio de urgencias le hicieron un reconocimiento más completo.

«Tenía la pelvis, el pene y los testículos completamente hinchados y con hematomas. Me daban unos latigazos tremendos, sobre todo en el lado derecho, y tenía el pene medio reventado -relata-. Me hicieron análisis de sangre y orina y ecografías, porque pensaban que podía tener algo reventado en el interior. Luego me dejaron 24 horas ingresado en observación para ver la evolución».

«Me torturaron en 1982 y estoy muy sensibilizado con este tema»

El sábado al mediodía, una vez transcurridas las 24 horas de observación, Enrike Erregerena recibió el alta médica porque no se le apreció ninguna lesión interna. «Tengo el pene hecho una hostia -comentaba el mismo sábado por la tarde en su pueblo natal-, pero los médicos dicen que no hay infección y que acuda al médico de cabecera. Me han dado antibióticos y me han dicho que tengo que estar unos quince días de reposo absoluto, sin hacer ningún esfuerzo, porque todavía tengo una gran hinchazón en los testículos».

Mientras se recupera de las lesiones causadas por la Ertzaintza, Enrike Erregerena rememora las torturas que él mismo sufrió en 1982, cuando tenía 26 años de edad. «Yo era un joven preocupado por la lengua y la cultura de Euskal Herria. Un día vinieron varios inspectores de Madrid, me sacaron de mi casa y me llevaron a la comisaría de la Puerta del Sol. Allí me tuvieron varios días torturándome salvajemente. Después de diez días en el hospital, me llevaron a una celda de Carabanchel. A los cuatro días me soltaron sin cargos», recuerda.

A raíz de aquellos hechos, Enrike Erregerena quedó muy sensibilizado contra la práctica de las torturas, y eso fue precisamente lo que le impulsó a acudir a los Juzgados de Donostia a solidarizarse con Igor Portu y Mattin Sarasola. «Fui a denunciar que en este país se sigue torturando y me han dejado hecho un cuadro. Ahora me gustaría que la gente viera cómo me han dejado, para que tome conciencia de que esos policías -añade- son como animales y que no nos tienen más que odio. Yo sigo teniendo la esperanza de que esto algún día acabará». I. V.

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