Análisis | proceso de paz irlandés
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La aparición de nuevos espías, la muerte violenta de miembros de grupos disidentes, la crisis que parece afectar al DUP de Paisley y la muerte reciente de Brendan Hugues han copado el panorama informativo en torno al proceso de paz irlandés. Un proceso que sigue su rumbo, imparable pese a los obstáculos que se cruzan en su camino cada cierto tiempo.
Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
El autor hace un repaso de los principales acontecimientos recientes en torno al proceso de paz irlandés, un proceso que, asegura, sigue vivo y pujante pese a los obstáculos, incluidas las zancadillas de los «segurócratas» británicos, tan aireadas en el área mediática.
Nuevamente, los «segurócratas» británicos han movido ficha. El anuncio de que un republicano, Roy McShane, que había sido chofer de los dirigentes de Sinn Féin, era un «informador de los servicios secretos británicos» buscaba desencadenar los rumores y la inseguridad en la comunidad nacionalista. A pesar del boom mediático, fuentes republicanas recuerdan que hace tiempo que se sospechaba de la presencia de algún espía dentro del partido, de ahí que tanto McShane como algún otro fueran apartados de sus funciones. De hecho, el propio McShane llevaba más de año y medio trabajando en otra empresa.
La presencia de confidentes es algo común en la historia de Irlanda desde que los británicos ocuparon la isla. Sin embargo, nunca han logrado reducir la lucha de independencia ni evitar la salida británica del sur de la isla en el siglo XX, como tampoco evitaron el auge del IRA en los setenta o el éxito electoral del movimiento republicano más recientemente.
A quienes realmente perjudican esos métodos es a las familias de los colaboradores. Un caso ocultado por los medios ha sido el de Raymond Gilmour, que en su día fue presentado como el «supercolaborador», y que en la actualidad se queja de su situación de abandono, la viva imagen del «traidor traicionado». La Policía y las fuerzas británicas continúan intentando reclutar confidentes y la vuelta a los controles callejeros, con la excusa de la amenaza disidente, muestra el uso de la guerra sucia una vez más.
Como señala un dirigente republicano, «estamos muy atareados buscando la unidad de Irlanda como para ser distraídos con las fantasías de informadores y sus promotores». Buena prueba de ello la tendremos este fin de semana con la celebración del Congreso general del Sinn Féin.
Los disidentes republicanos también han tenido su protagonismo recientemente. Grupos o grupúsculos que aparecen como champiñones en la escena disidente republicana, más allá de la enorme infiltración que sufren por parte de los «segurócratas» británicos, parece que su objetivo y mensaje más que expulsar a los británicos de Irlanda sea poner en dificultades al movimiento republicano y más en concreto a Sinn Féin.
Toda una sopa de letras (INLA, CIRA, RIRA, Oglaih na hEireann, IRLA, Republican Defence Army...), sin apenas apoyo popular y metidos en ocasiones en oscuros negocios de drogas o pactos con organizaciones lealistas. Ello hace que algunos los presenten, no sin ironía, como el real-continuity-dissident-Irish Republican Liberation Army.
Las disputas de estos grupos residuales se están saldando a través de la violencia, de ahí que el temor a padecer infiltrados policiales o el control de algunas zonas les sitúe como posibles autores materiales de algunas muertes recientes. Hace unos días el cadáver de Andrew Burns apareció en Donegal. El año pasado, Joe Jones y Edward Burns morían violentamente en Belfast. Estos casos parecen estar relacionados con la violencia disidente, y su atención mediática es mínima.
Algo que no ocurre cuando los fallecidos, casos de Paul Quinn el año pasado o Robert McCartney en 2005, quieren presentarse como «víctimas del IRA». En esas ocasiones, la campaña mediática continúa hasta nuestros días, con una intensa participación de los partidos políticos para atacar a Sinn Féin. Ese doble rasero ha provocado que algunos familiares de víctimas recientes pongan el grito en el cielo ante lo que ellos consideran una actitud hipócrita ante la violencia por parte de aquellos que dicen condenarla «venga de donde venga».
Los que no parece que pasan por su mejor momento son los dirigentes del DUP, y más concretamente la familia Paisley. Algunos se han atrevido a aplicar un símil cinematográfico al hablar de «la caída de la casa Paisley». Tal vez sea algo prematuro hablar del fin político del patriarca de 82 años, pero las ultimas semanas se han sucedido las grietas en ese edificio que ha levantado en estas décadas.
Primero fue el rechazo a su presencia en una conmemoración por las víctimas de un ataque del IRA hace treinta años, luego su relevo al frente de la Iglesia Presbiteriana Libre, a continuación el importante revés electoral en Dromore y finalmente el caso de corrupción y tráfico de influencias que ha motivado la dimisión de su hijo.
Los dirigentes del DUP se han reunido en Lisboa para preparara la nueva era post-Paisley. En la cita electoral de Dromore, que algunos han definido como «la noche de san Valentín del DUP», el partido de Paisley descendió del 50% al 28%, y buena parte de los votos fueron al nuevo partido creado por el eurodiputado y antiguo miembro del DUP, Jim Alister, el Traditional Unionist Voice. Además, el DUP ha visto cómo las segundas preferencias del TUV van a parar al UUP, lo que le ha dejado sin escaño.
Es pronto para extrapolar los resultados, pero la maquinaria unionista ya se ha puesto a trabajar, y para ello qué mejor que utilizar la inseguridad emocional que tanto rédito ha dado en el pasado. De ahí que se presente la división del voto unionista como peligrosa, ya que podría dar a Sinn Féin el primer puesto, y consecuentemente aupar a Martin McGuinness como primer ministro.
Además, se ponen sobre la mesa nuevas condiciones, como la disolución del Consejo del Ejército del IRA y permitir el paso de la marcha orangista por el enclave nacionalista de Garvaghy Road en Portadown.
La mayoría del DUP, y de la comunidad unionista, no está en contra del gobierno compartido o del proceso, lo que no soportan son las imágenes de «los hermanos risitas», de ahí su descontento con sus dirigentes. La sucesión de Paisley será ahora el centro de las especulaciones y algunos señalan que Peter Robinson es el elegido (contaría con el apoyo de todos los sectores del partido, desde los modernizadores hasta los fundamentalistas), con Nigel Dodds como su segundo.
Y mientras todo eso ocurría, la muerte de Brendan Hughes ha puesto sobre la mesa las pésimas condiciones que soportaron los prisioneros políticos, cuyas consecuencias todavía están pagando. Más allá de las diferencias ideológicas que mantuvo en los últimos años con la estrategia del movimiento republicano, el reconocimiento a su figura ha quedado patente en su funeral, el más numerosos de los últimos años, y con el mensaje de la familia republicana rindiendo homenaje a su figura y a su papel en la lucha por la independencia de Irlanda.