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Raimundo Fitero

El chicle

Posiblemente al debate se le deba llamar a partir de ahora el chicle. Se estira y se estira, se convierte en un tema que no solamente ha irrumpido en la campaña sino que intentan convertirlo en algo sobre el que se debe tener una opinión formada. No solamente sobre las impresiones que han provocado los candidatos, sino sobre el propio debate, su necesidad, su estructura, su continuidad, el formato, el decorado y la influencia sobre el propio medio televisivo. Es decir ha colocado al debate, a los debates, en el centro de la vida, y si se ponen a medir con Sofres de testigo, resulta que ha sido un acontecimiento de masas. ¿Las razones? Quien conteste esta pregunta ganará un viaje al interior de su cerebro.

Como cuando se conocen los resultados electorales, en el día después todos los miembros de los partidos bipolarizados, es decir, tanto los que se presentan como militantes de sede y carnet como los militantes con puesto en medio de comunicación, aseguran, juran, proclaman, sin ninguna duda, que ha ganado el debate-chicle su candidato. A su vez aparecen en casi todos los medios análisis, comentarios y apreciaciones desde la experiencia, el asesoramiento, lo externo, lo interno, lo lateral, lo cenital y hasta lo submarino. Es como si de repente hubiera llovido tradición, reglamentación, cláusulas y prototipos de los debates televisivos cara a cara. Y a todos nos ha mojado esa lluvia fina, gruesa o tormentosa. Y todos tenemos ya nuestra teoría, nuestro ideal de debate. Y el chicle sigue girando, extendiéndose, convirtiéndose en burbujas, en un chasquido constante.

Lo único soportable fue la actitud de «El Intermedio», el día de autos y el siguiente hizo la mejor previa, sin discusión. Wyoming vestido con tirantes estuvo majestuoso, acompañado hasta por un pony vivo. Una encuesta con niños en un colegio madrileño que nos dejó cortada la respiración. ¡Cómo vienen los niños de derechas! Un detalle: Gaspar Llamazares salió en todas las cadenas, muy cabreado. Y otro: la primera estatal fue la cadena que se llevó el gato de audiencias a su menguada cuenta de resultados. Seguimos mascando chicle.

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