La serie de «atentados» en Lizartza no recibe la atención que se supone merecen esos ataques
Durante los últimos días Lizartza ha sido víctima de diferentes ataques que, de seguir el libro de estilo de los diferentes medios de comunicación, así como las categorías penales aplicadas habitualmente a la ciudadanía vasca, deberían ser calificados como «atentados». Los epítetos de «cobardes», «criminales» o «vergonzosos» dependerán de la pluma de los autores de la crónica o del informe policial.
Lizartza ha aparecido llena de pintadas con vivas a España y días atrás la Ertzaintza ejerció de escolta para un grupo que empapeló el pueblo con propaganda del PP, a la vez que quitaban carteles en favor de la abstención. Sin embargo, tales hechos apenas han transcendido y no hay constancia de atestado policial alguno.
Con este tipo de ataques tolerados Lizartza va camino de convertirse en un enclave mítico del hegemonismo español. Los comentaristas de Madrid hablan de ese pueblo como los serbios hablan de los monasterios ortodoxos en Montenegro y Kosovo, cuando en realidad cualquiera que haya estado allí sabe que Lizartza se parece más a la irreductible aldea gala. Mientras tanto el PNV de Egibar ¿mira para otro lado?