«Nuestra especie camina hacia el colapso de forma irremediable»
La especie humana camina hacia el colapso. Es más, galopa hacia él. Es la teoría que ayer sostuvo en Bilbo el codirector de Atapuerca Eudald Carbonell. Y no será culpable de ello el cambio climático, no. La selección tecnológica está sustituyendo a la selección natural y de no dotarnos de una «conciencia crítica de especie», la extinción puede no ser ciencia ficción.
Joseba VIVANCO | BILBO
Eudald Carbonell (Ribes de Freser, Girona, 1953) se acercó ayer hasta la capital bilbaina para, como invitado al ciclo ``Darwin y Wallace'', exponer la hipótesis que manejan los responsables del yacimiento de Atapuerca de que el canibalismo descubierto en restos de hace 800.000 años no era gastronómico, por necesidad, sino cultural, sostenido en el tiempo. Se trataba de hablar también sobre los hitos que este viaje al pasado en suelo burgalés ha aportado al conocimiento remoto de nuestra especie, el homo sapiens. Pero este reputado paleoecólogo es un hombre al que, admitió, le gusta dedicar tiempo a pensar. Quizá por ello defienda la imperiosa necesidad de transformar «la sociedad del conocimiento (actual) en la sociedad del pensamiento». De no hacerlo, según él, estamos abocados no a la desaparición de nuestra especie como parte de la teoría de la evolución darwiniana, sino a la extinción de la misma por nosotros mismos. El colapso.
Calado con su inseparable sombrero al estilo Indiana Jones, ha dedicado su vida a desenterrar una parte del pasado de nuestra especie. Sin embargo, ahora, parece mucho más preocupado por el futuro de la misma. «A nuestra generación siempre se le decía aquel tópico de conocer el pasado para conocer el futuro, pero me he dado cuenta de que si no sabemos qué queremos hacer con nuestra especie en el futuro, el pasado no sirve para nada», responde. Por ello es por lo que aprovecha cada aparición pública para llamar la atención sobre el «colapso» al que como especie nos estamos acercando.
Hacia el cuello de la botella
Acaba de publicar su último libro, ``La conciencia que quema'' (por ahora sólo en catalán), y si bien en su anterior título llamaba la atención sobre ese pesimista futuro hacia el que corremos desbocados, en este último pone las claves para tratar no de evitarlo, sino minimizarlo. «Tenemos que empezar a hablar del futuro de nuestra especie y antes de que sea demasiado tarde», enfatiza.
Frente a escenarios futuros «conservacionistas y peligrosos», como los diagnosticados por los economistas, de que «viviremos felices hasta el fin de nuestra extinción dentro de miles de años», él visiona un escenario de «cuello de botella» que conducirá hasta el «irremediable» colapso de nuestra especie.
¿Y por qué esa implosión? Crisis ecológica, distribución desigual de los recursos, crecimiento demográfico... Pero, sobre todo, que hemos llegado a un punto en el que los humanos ya no nos socializamos por los mecanismos de los que como especímenes nos hemos dotado, sino por la tecnología y las máquinas que nosotros mismos hemos creado.
Carbonell recurre a un ejemplo habitual en él. «El fuego fue domesticado hace 600.000 años y lo conocían apenas mil o dos mil especímenes. Hace 250.000 años, a lo mejor eran ya un millón o dos de ellos los que lo conocían. Pasaron más de 300.000 años desde que se descubrió hasta que se socializó. El teléfono móvil ha tardado sólo 20 años en socializarse. Cuando algo se socializa, se resocializa la propia cohesión y estructura de las poblaciones, de manera que hay una mutación social».
El problema radica en que el cerebro de primate aún en evolución que tenemos no podrá digerir los avances científicos y tecnológicos presentes en el mundo actual. «La revolución científico-técnica no ha sido metabolizada», insiste.
¿Hay salvación? Carbonell repite que el negro panorama que proyecta es «irremediable». Según él, el homo sapiens actual adolece de una «falta de conciencia crítica como especie» y, precisamente, dotarse de ella, no sólo por parte de la clase intelectual sino a nivel global, será la herramienta que «nos permita que ese colapso pueda ser matizado y no sea tan abrupto». Es la nueva teoría de la evolución social, de la que, seguro, oiremos hablar en adelante.
Tras ese `big bang' de la especie humana, que, incluso vaticina, podría hacer desaparecer este siglo a más de la mitad de sus individuos, nacerá, dice, una nueva especie, un homo ex-novo. El nuevo ser humano. «Quizá es hablar de ciencia ficción, pero seguramente lo habrá. Quizá un homínido filogenéticamente distinto a la selección natural, quién sabe», interpreta.
Empezar a hablar del futuro de nuestra especie y hacerlo antes de que sea demasiado tarde, es «la modesta contribución» a la que se ha sumado Eudald Carbonell. Su mensaje, afirma, va dirigido a «toda la especie». Pero sabe que necesitará de altavoces internacionales como lo es Al Gore a la lucha contra el cambio climático. Entre tanto, cuánto de cerca estamos de ese cuello de botella que augura. «En los agujeros negros hay un lugar que llaman el horizonte de los acontecimientos; estamos ahí. Estamos entrando en el cuello de la botella».
En «El nacimiento de una nueva conciencia», libro publicado el año pasado, Eudald Carbonell vaticinaba que durante el presente siglo desaparecerá más de la mitad de la población mundial.
«Hace falta una revolución consciente y práctica para construir una nueva especie, un cambio absoluto en la forma de pensar y de gestionar», señala el autor en su más reciente libro «La conciencia que quema».
«Las generaciones que hoy tienen cinco, seis años, serán socializadas por máquinas hechas por los humanos. Ése es el gran cambio que sucederá tras el colapso. Habrá una resocialización distinta a la que hemos conocido»
Cinco grandes descubrimientos justifican las tres décadas de excavaciones en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca. Unos hallazgos que han permitido conocer el momento en el que los homínidos alcanzaron la parte occidental del continente euroasiático, así como la llegada del homo antecessor desde el continente africano, y, finalmente, cuáles eran las herramientas que utilizaban.
El hito del primer vestigio de presencia humana en la Sima del Elefante, de 1,25 millones de años de antigüedad, es uno de esos logros que han aupado a esta `puerta evolutiva' a referencia mundial. Otro ha sido el desenterramiento del luego bautizado como homo antecessor, una especie nueva previa a neandertales y sapiens, que vivió allí hace 800.000 años. No hay que olvidar tampoco la acumulación de cadáveres en la Sima de los Huesos, uno de los mayores depósito fosilíferos del mundo. Como tampoco el hallazgo del mayor número jamás encontrado de fósiles de la especie homo heidelbergensis. Pero en lo que ayer quiso profundizar Eudald Carbonell en su conferencia vespertina en Bilbo, fue en la nueva teoría que él y sus colegas desarrollan sobre las evidencias de canibalismo encontradas en la Cueva de la Gran Dolina y sobre las que los trabajos de los dos últimos años han arrojado luz.
En 1994 se recuperaron varias decenas de restos humanos que mostraban evidencias del canibalismo más antiguo documentado hasta la fecha. La novedad, ahora, es que para estos expertos no se trataba de un canibalismo «gastronómico», motivado quién sabe si por la falta de otros recursos animales, sino que estaríamos ante un canibalismo «cultural». La práctica caníbal de supervivencia quedaría excluida por la gran cantidad de restos faunísticos existentes. Pero es que los hallazgos muestran, además, que el canibalismo fue un comportamiento continuado en el tiempo, ya que hay diversas capas correspondientes a diferentes momentos geológicos donde así queda documentado. «Hemos visto que durante cientos de años, en esta cueva, vivieron caníbales que comían homínidos, es decir, no es un momento de hambre, no es un momento específico catastrófico, sino que hablamos de una práctica sistemática, al menos entre quienes vivían en aquella sierra», desveló. «Ahora queremos buscar pruebas para poder determinar si éste fue el inicio del canibalismo cultural y eso es lo que vamos a discutir», añadió.