ANÁLISIS
Particularidades y tendencias
Las elecciones de las presidenciales del año pasado también pusieron en cuestión el carácter marcadamente derechista que se le ha atribuido históricamente al electorado vasco.
Iñaki ALTUNA Baiona
Las elecciones en Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa tienen un marcado rasgo local, por lo que para las valoraciones generales hay que tener en cuenta también las características o vicisitudes propias de cada municipio o cantón. Con todo, después de un cargado ciclo electoral, esta vez también habrá ocasión de comprobar las tendencias electorales, atendiendo sobre todo a los comicios cantonales.
Las elecciones municipales y cantonales en los territorios de Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa ya están aquí, aunque con retraso. Los comicios presidenciales y legislativos del año pasado obligaron a posponer esta cita, prevista para 2007. La renovación de las casas consistoriales y de los once cantones en juego se producirá, por tanto, siete años después de su última elección, aunque lo normal debiera ser que sólo transcurrieran seis.
Esta acumulación de citas con las urnas permite, al menos, realizar análisis de evolución con suficientes datos, y comprobar así la tendencia de las diferentes fuerzas, así como la realidad social y política que se viene configurando en esta zona del país.
La primera referencia debieran ser las elecciones cantonales y regionales de 2004 (los cantones que se renovaron no entran en esta ocasión en liza). Entonces se pudo comprobar de forma nítida que la afirmación de que Ipar Euskal Herria es de derechas, así sin más, podría suponer sólo un tópico. El PS se llevó muchos de los cantones y, además, logró la mayor parte de las papeletas vascas en los comicios a la Región de Aquitania.
Las elecciones del año pasado también pusieron en cuestión el carácter marcadamente derechista que se le ha atribuido históricamente al electorado vasco, sobre todo por dos datos: la victoria de Nicolas Sarkozy en las presidenciales fue mucho más ajustada en Euskal Herria que en el resto del Estado y el peso de la extrema derecha del FN se mostró exiguo. Paralelamente, el voto definido como «de centro» que cosechó François Bayrou logró un importante respaldo en la primera vuelta de las presidenciales, hasta el punto de que obtuvo mejores resultados en tierra vasca que en el conjunto del Estado. En la segunda vuelta, ese voto se posicionó más con Ségolène Royal, lo que hizo que la mayoría de Sarkozy fuese muy escasa por estos lares (50,6%) en su pugna a dos con la candidata del PS (49,4%).
Las legislativas celebradas poco después no depararon sorpresas y permitieron a los candidatos de la UMP copar los tres escaños en juego en las circunscripciones vascas (una de ellas compartida con el Bearn), pero con el matiz de que el respaldo obtenido fue inferior al de la anterior cita para la designación de la Asamblea Nacional francesa, en 2002.
Otra cosa será saber la influencia que tenga en suelo vasco la evolución de las principales fuerzas políticas francesas en esta era Sarkozy. Después de la victoria del líder conservador se habló de una ola azul que ahora parece mitigarse, pero tampoco el PS anda para tirar cohetes tras la derrota de Royal.
Resultan, en cualquier caso, cuestiones lejanas, más aún en estos comicios. En las elecciones municipales, las características propias de cada lugar hacen de cada localidad un mundo, y tampoco las cantonales se escapan de la influencia de las particularidades específicas de cada demarcación.
Pesa, y mucho, la personalidad de los candidatos, en muchos casos más incluso que la sigla de los partidos. Así, resultan significativos los intentos de presentarse como opciones amplias y plurales. El caso más sonado ha sido el del alcalde de Baiona, Jean Grenet, que ha logrado reunir a su alrededor a aves de muchas especies. La presencia de la verde Martine Bisauta fue un auténtico bombazo. La saga de los Grenet en Baiona parece querer trascender más allá de su espacio natural, quizá en una lectura correcta de la propias características de la ciudad. El propio Jean Grenet, a la sazón diputado de la UMP, ya lo dijo después de que Ségolène Royal fuera la más votada en la capital labortana en las presidenciales del año pasado: «No ha sido una sorpresa, ya que la sociología de la ciudad nunca ha sido gaullista, sino de centro-izquierda».
También desde la «izquierda» se buscan apoyos para presentar listas más amplias, como lo hace el alcalde de Hendaia, Kotte Ezenarro, quien ha fichado a miembros de AB pese a que existe una candidatura netamente abertzale en la localidad.
En cualquier caso, las candidaturas de la derecha o del «centro» tienen una tendencia mayor a presentarse «sin etiqueta» y argumentar que responden sólo a las necesidades concretas de los electores.
Detrás de los grandes partidos, representados en este momento por el PS, la UMP y los denominados «centristas» (hoy en día existe cierta confusión sobre la afiliación de estos últimos, pues a la tradicional UDF se le ha superpuesto el proyecto conocido como MoDem), sólo existe un bloque político y social significativo: los abertzales. Así quedó acreditado en las legislativas de 2007, en las que Euskal Herria Bai (EH Bai) superó con creces la barrera de los 10.000 sufragios. Una barrera que desde hace mucho permanecía lejana, después de la escisión registrada en 2001 en el seno de AB.
Precisamente, las elecciones municipales y de los cantones que se renuevan esta vez, celebradas hace siete años, fueron los últimos comicios antes del cisma en esta formación, concebida hasta entonces como una fuerza política o plataforma electoral -al gusto de cada cual- en la que cohabitaban las diferentes sensibilidades de la izquierda abertzale. Ahora, tras la primera puesta en escena en las legislativas, EH Bai vuelve a agrupar al voto abertzale. La coalición ha logrado presentarse en todos los cantones y su filosofía ha inspirado a muchas candidaturas locales, aunque en el ámbito municipal las fórmulas son más diversas e, incluso, contradictorias.
La irrupción electoral de EH Bai ha supuesto la superación de la dialéctica de exigencia entre partidos planteada en las cantonales del 2004 por AB a Batasuna, con la reclamación expresa, para conformar candidatura conjunta en cualquier canton, de exigir una tregua a ETA. Curiosamente, la primera cita con las urnas de EH Bai, en las legislativas de 2007, se produjo justo después de que la organización armada diese por terminado su alto el fuego, sin que ello evitase el éxito de aquella iniciativa electoral y su desarrollo para la presente ocasión.
Además, la apuesta por el «pragmatismo» -léase desdibujar las reclamaciones nacionales vascas- realizada antes de la irrupción de EH Bai por algunos sectores abertzales -al objeto, decían, de acercar a otros espectros de la sociedad- se ha mostrado poco eficaz. Así lo mostró, por ejemplo, el intento de diluir el voto abertzale en la candidatura de Gérard Onesta en las elecciones al Parlamento Europeo de 2004. Más que acercar a nadie, lo que se ha posibilitado es que por esa senda algunos se hayan desgajado del movimiento abertzale, como el alcalde de Hiriburu, Alain Iriart, que ahora se presenta también como candidato a su cantón, enfrentado, precisamente, a EH Bai, y con el apoyo implícito de la derecha, pero no porque ésta haya cambiado.
La configuración durante este último año de la plataforma electoral EH Bai ha coincidido con un elemento de especial trascendencia para el debate político futuro en Ipar Euskal Herria. En el mismo periodo se ha expuesto de nuevo en plaza pública el debate sobre la institucionalización del territorio vasco, mediante la propuesta de una autonomía para los tres territorios, auspiciada por Batasuna y, también, por otros sectores significativos del abertzalismo. Qué duda cabe que unos buenos resultados electorales el próximo domingo supondrían un respaldo a la demanda de instituciones propias.