GARA > Idatzia > Mundua

análisis | presente y futuro de cuba

El legado de Fidel para América Latina

Fidel deja la presidencia consciente de la influencia que Cuba ejerce en el denominado «eje del bien», ese espacio donde han confluido Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador y que probablemente irá atrayendo a más países de la región.

p032_f01-199X108.jpg

Luismi UHARTE Caracas

Tras un repaso de la situación de América Latina en plena renuncia por parte de Fidel de la máxima jefatura del Estado de Cuba, el autor concluye, coincidiendo con el presidente venezolano, Hugo Chávez, en que realmente el comandante no se ha ido.

Desde sus púlpitos académicos e intelectuales del Norte, y limitados en gran medida por el pensamiento eurocéntrico, analistas de diverso pelaje, que en la mayoría de los casos jamás pisaron tierra latinoamericana más allá de unas cortas vacaciones, sentencian con el «fin de una era» y la «inevitable transición a la democracia». Algunos por ignorancia, y otros guiados más por sus deseos e ilusiones político-ideológicas que por un análisis sosegado y riguroso de la realidad, vuelven a errar a la hora de caracterizar el momento político que vive la isla en particular, y América Latina en general.

En estos días, hemos podido leer reflexiones más ajustadas a la realidad, que aseguran que no hay visos de ningún cataclismo, ni del fin de la experiencia socialista cubana, sino más bien de un proceso de «transición» dentro de los parámetros del socialismo. Esto demostraría que el legado de Fidel es robusto y consistente. Pero sobrepasando la realidad de la isla, es interesante apuntar que las repercusiones de su «marcha» en América Latina están directamente relacionadas con la influencia tanto de la figura de Fidel en particular, como de la Revolución Cubana en general, sobre todo en estos últimos diez años, desde el inicio de la Revolución Bolivariana en Venezuela.

Fidel abandona la máxima jefatura del Estado, no en un momento de crisis de la izquierda latinoamericana y mundial, cuando tras la caída del Muro y la implosión de la Unión Soviética y la Europa del Este, el desconcierto era mayúsculo. Lo hace después de haber sembrado en amplias zonas de la región, una serie de frutos que han coadyuvado al surgimiento de una nueva coyuntura más favorable para las transformaciones de orientación popular y autónoma. Su papel, y el de Cuba, hay que considerarlos como trascendentales para comprender la situación presente.

En primer lugar, Fidel «se va», dejando como sustituto en el liderazgo de la transformación en América Latina al presidente venezolano Hugo Chávez, motor indiscutible de la dinámica de cambio continental. Su fina intuición sólo propia de los grandes estadistas, le orientó a «apadrinar», hace ya casi 15 años, a un militar venezolano que acababa de rebelarse contra el gobierno neoliberal de Carlos Andrés Pérez, y que recién salía de la cárcel.

Su primer encuentro en La Habana, el 13 de diciembre de 1994, marcó el inicio de una relación cada vez más estrecha, donde las enseñanzas y los consejos de Fidel han sido fundamentales, según palabras del propio Chávez. Hace ya unos años que el líder bolivariano tomó el relevó entregado por Fidel, asumiendo con notable acierto el complejo papel de convertirse en la figura central de la izquierda revolucionaria del continente.

En segundo lugar, Fidel deja la presidencia, consciente de la influencia que Cuba ejerce en el denominado por algunos el «eje del bien», ese espacio donde han confluido, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, además de Cuba, y que posiblemente irá atrayendo a más países de la región, si tenemos en cuenta las tendencias electorales hacia la izquierda que están extendiéndose por todo el subcontinente.

A su vez, Fidel «se va», con la certeza de ver en retroceso el ideario neoliberal, y paralelamente el surgimiento de un debate muy rico, aunque todavía muy confuso, en torno al pensamiento socialista, enmarcado hoy día en la propuesta de «Socialismo del Siglo XXI». Las modificaciones del modelo cubano vendrán irremediablemente, pero ahora no bajo la presión del capitalismo neoliberal hegemónico, sino influenciado por el debate abierto sobre el «Socialismo del Siglo XXI». Sin duda, el feed back entre los líderes de la Revolución cubana y la venezolana ha sido vital para el rescate y la redignificación de la categoría «socialismo».

Por otro lado, Fidel abandona la jefatura, con la seguridad de que la agenda política latinoamericana ha vuelto a colocar en lugar privilegiado la educación y la salud pública, frente a las antiguas tendencias privatizadoras. El éxito de las misiones educativas y sanitarias en Venezuela hubieran sido imposibles sin la orientación y el asesoramiento del personal cubano, de la misma manera que lo está siendo más recientemente en Bolivia desde la llegada al poder de Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS).

Finalmente, Fidel «se marcha», en un contexto nacional, regional e internacional, no especialmente desfavorable: dejando una Cuba más recuperada económicamente gracias al apoyo energético venezolano y a su inserción cada vez mayor en la región a través del ALBA y otros convenios bilaterales; encontrándose una América Latina dando pasos estratégicos hacia la integración (Telesur, Banco del Sur, Unasur, Petrocaribe, etc.); y percibiendo el declive progresivo e inexorable de la influencia de Estados Unidos en el subcontinente.

El legado, por tanto, de Fidel y Cuba en América Latina ha sido notable tanto en términos cuantitativos como cualitativos, y posiblemente a muchos sesudos analistas les sorprenderán las nuevas transformaciones que se vislumbran en estas tierras. ¿Tendrá entonces razón el presidente venezolano Hugo Chávez, cuando aseveró el pasado domingo, en su programa «Aló Presidente», que Fidel realmente no se fue?

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo