Mientras se va cociendo el pastel al vapor de las elecciones españolas, acosados por los cuatro costados de la indigencia política, con un vasco ejemplar al frente de la Federación Española de fútbol (furbo, según Villar), que pide una reelección para los próximos doscientos cincuenta años porque domina el cotarro internacional, nosotros nos quedamos mirando por la ventanilla a lo que sucede en el panorama.

El mundo está hecho una auténtica porquería. En una parte de la orilla sur del mar de la culturas se está cometiendo un genocidio, un holocausto constante, consciente, con la complicidad del silencio de todas las instituciones internacionales. Hoy he visto en una terminal aérea a una muchacha con una camiseta que lleva escrito una frase concreta: «yo también soy de Gaza». ¿Habrá tenido problemas para pasar el control? Debería imponerse esta actitud solidaria. Estamos dejando pasar demasiadas oportunidades para pasearnos a cuerpo, nos ha entrado el virus de la condescendencia . ¿Quién va a parar las barbaridades israelitas?

En Rusia ha ganado el que estaba anunciado. La oposición denuncia. Los demás miran para otro lado o recitan aquella cantinela de «asuntos internos». Mientras tengan petróleo, gas natural y la bomba atómica, lo que hagan, si favorece a los de siempre, no pasará nada. ¿Es una democracia lo que existe en Rusia? Vaya pregunta más tonta. Si sigo preguntando, haré la pregunta del millón. ¿Vivimos aquí en una auténtica democracia? Se me ha escapado. No contesten hasta pasada la publicidad, es decir hasta el 10 de marzo.

Pero donde la situación empieza a ser bastante insostenible es en la zona andina, el conflicto que se avecina entre Colombia, Ecuador y Venezuela va subiendo de intensidad. La actitud absolutamente demencial del autoritario Uribe, el chico de los recados de Bush, con su imprudente ataque a las FARC para boicotear las posibilidades remotas de paz es un paso hacia el caos. ¿Saben cuántos secuestrados tienen en su poder los paramilitares colombianos tan bien arropados por Uribe? Estamos en las puertas de un conflicto diseñado para desestabilizar la zona.