Tal vez, quizá, previeron las elecciones de manera femeninamente estratégica para hacerlas coincidir con una víspera como el 8 de marzo. No hay un día mejor en el año para señalar una jornada de reflexión. Millones de mujeres salen a la calle ese día como si el mundo se fuera a acabar al siguiente y se organizan los saraos más insospechados y surrealistas con motivo de una fecha lo más parecida al 28 de junio, Día del Orgullo Gay. Según esa teoría, anteayer tod@s lo pasaron bebiendo y fumando, sin parar de bailar e inconsecuentemente ayer depositar en la urna sus grandes esperanzas en el sector blanco y masculino de la política. Porque aquí no ha habido Hillarys ni Obamas. En la pantalla se han venido superponiendo los debates y mesas redondas sobre los dos eventos. Ora género, ora número, ora número, ora género...

Ningún canal se atreve a no hacerse políticamente correcto eco del día 8 de marzo. Y muchísimo menos de las elecciones generales para ver quién es el siguiente presidente de la comunidad de vecinos de España. En «Firin Faran», Estepan Aldamiz-Etxebarria reunió a un grupo de significativas de nuestro mundo vasco alrededor de su mesa-camilla (como Encarna Sánchez) y nos hizo llegar a la conclusión que la más femenina, la más feminista y la más moderna era él propio Estepan. El pispo Estepan.

Sin lugar, a dudas esa fue la mía. Mi conclusión. Las mujeres son los canales y los medios dan los masajes. Está claro que el príncipe Felipe no consultó catálogos de ninguna generalista. No son su tipo. El tipo A3 es más deslavado que el contundente de Tele 5. Y en la pública están las mujeres más cercanas al poder. Así de claro. No sé de cuántas féminas se compondrá el próximo Gobierno. Pero estaría bien que el factor sorpresa nos enviara de nuevo una Alborch, una Aguirre, una De Palacio. Mujeres que sobresalen en los libros de historia. Las nuevas Mata-Haris-Pompadour de la política.

Yo me voy a presentar a presidenta. De mi comunidad. Soy la mayor de entre todos. El oráculo de la escalera, vamos.