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Belén Martínez Analista social

La otra Shoah

¿En nombre de qué relativismo moral y humanismo selectivo pueden establecerse diferencias entre la destrucción del Gueto de Varsovia y las masacres perpetradas contra la población palestina desde 1948?

Este 2008 será un año de conmemoraciones, al cumplirse el 60 aniversario de la creación del Estado de Israel.

Febrero de 2008. Mensaje de Matan Vilnai, viceministro de Defensa israelí: «Si el fuego de los Qassam se intensifica y los cohetes alcanzan una gama mayor, ellos (los palestinos) traerán sobre sí mismos un holocausto más grande, porque utilizaremos todo nuestro poder para defendernos».

La amenaza del holocausto se hizo realidad. Durante la denominada «Operación Invierno Caliente», las fuerzas de ocupación israelí en Gaza asesinaban a más de 116 personas -las cifras difieren en función de las fuentes consultadas, llegando a hablar de más de 130 personas-, entre ellas 41 adolescentes y 3 bebés. Casi cuatrocientas personas heridas, muchas de ellas en condiciones graves, sin contar a las palestinas y palestinos apresados y secuestrados.

Primer día de marzo de 2008. El Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, condena a Israel y el lanzamiento de misiles palestinos. La equidistancia de la que hace gala ese organismo internacional, que en teoría debería (pre)ocuparse por cuestiones como la paz con mayúsculas y declinada en todas las lenguas del planeta, muestra la regresión moral en la que está inmersa la civilización. No proceder a la distinción entre ocupante y resistente, pueblo colonizador y pueblo colonizado, agresión y autodefensa, conduce a una simetría que otorga legitimidad a la ocupación, a la colonización y a la dominación de unos pueblos por otros. ¿Es decente situar en un mismo plano moral y militar los cohetes Qassam, lanzados desde Gaza, y los aviones de guerra F16, los helicópteros Apache y los blindados Abrams y Merkeva, que arrasan casas, aldeas, campos de refugiados y ciudades?

¿En nombre de qué relativismo moral y humanismo selectivo pueden establecerse diferencias entre la destrucción del Gueto de Varsovia y las masacres perpetradas contra la población palestina desde 1948?

En la primavera de 1988 comenzaba la intifada de las piedras en Cisjordania y el Consejo Nacional Palestino proclamaba el establecimiento del Estado árabe de Palestina «sobre nuestra tierra palestina», teniendo por capital Jerusalén. Es obvio que existe el Estado de Israel. ¿Dónde está el Estado palestino?

En enero de este año, Benjamín Netanyahu, antiguo primer ministro y líder de la derecha nacionalista, le decía a Bush, durante su visita a Israel, que Jerusalén pertenece a Israel y que «estará por toda la eternidad bajo soberanía israelí».

Netanyahu llegó a decir en una ocasión: «Podéis soñar cada noche, pero cuando os levantéis por la mañana constataréis que no existe el Estado palestino. No lo hay y no lo habrá».

A pesar de Oslo, Camp David o Annapolis, las y los palestinos siguen soñando. Mahmud Darwich encomendó una misión de paz al Estado hebreo: «Marchaos de nuestra tierra, de nuestro suelo, de nuestro mar, de nuestro trigo, de nuestra sal, de nuestras heridas, de todo... marchaos de los recuerdos de la memoria, pasajeros entre palabras fugaces». No hicieron caso de las palabras del poeta, ni de las piedras.

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