Gioconda Belli propone una relectura liberadora del mito de Adán y Eva
Gioconda Belli visitó ayer Donostia para presentar «El infinito en la palma de la mano», una novela con la que la escritora nicaragüense ha ganado el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral y en la que propone una relectura liberadora, «sin pecado ni culpa», del mito de Adán y Eva; una relectura «llena de poesía y reflexiones sobre la condición humana».
Martin ANSO | DONOSTIA
Tras someterse, dócil, a una intensa sesión de fotos, en la que su larga cabellera rizada no dejó un solo segundo de mantener una dura pugna con el viento que ayer azotaba Donostia, Gioconda Belli, sin perder en ningún momento la sonrisa, desgranó algunas de las claves de «El infinito en la palma de la mano», una novela que permite hacer una lectura «nueva y misteriosa» de la historia de Adán y Eva, una lectura que, reconoció con humor, muy probablemente no recibiría el nihil obstat del Papa Benedicto. En el caso de que le fuera solicitado, claro.
Y es que no propone «una historia sobre el pecado y la culpa, sino una hipótesis de lo que pudo haber sido la vida del primer hombre y la primera mujer sobre la Tierra; es una historia sobre el descubrimiento de los sentidos, de la sensualidad y de las contradicciones de la condición humana». Una «mirada mágica» al principio de los tiempos que permitirá al lector «ponerse en la piel de aquellos personajes» e imaginarse «qué debieron sentir descubriendo todo aquello que ni siquiera sabían cómo se llamaba».
Para lograr su objetivo, Belli ha introducido algunos cambios en la historia original. Por ejemplo, Caín y Abel nacen con una hermana gemela cada uno, «para que se puedan reproducir en una especie de incesto de menor grado, porque, si sólo hubiesen estado Adán, Eva y los dos hijos, éstos se hubieran tenido que reproducir con su madre». Precisamente uno de los momentos más dramáticos de la novela se desencadena cuando Caín se enamora de su propia gemela, en principio, destinada a Abel.
Los personajes, incluido Dios -identificado como Elokim y a quien Belli presenta como «un gran artista muy ocupado en crear mundos diversos»-, aparecen humanizados, en un intento de «romper con esa visión maniquea de los buenos y los malos». La serpiente, por su parte, juega el papel de un cicerone que va ayudando a Adán y Eva a entener el mundo y las paradojas que encuentran en él, como la necesidad de matar para poder sobrevivir.
En cuanto al Paraíso, «no es un lugar ideal, sino irreal». Cuando están en él, Adán y Eva se sienten «desconcertados, porque saben que de ellos se espera algo, pero no qué». Hasta que se dan cuenta de que deben salir de él y entrar en la realidad para cumplir su función: reproducirse y poblar la Tierra. En ese momento, «Eva, una Eva distinta a la que conocemos, una Eva libre de culpa, asume conscientemente la responsabilidad de comer la fruta prohibida y se hace responsable del inicio de la especie, a pesar de que se da cuenta de que va a pagar un costo por ello». A partir de ahí, el Paraíso perdido aparece «como un lugar al que habrán de retornar, pero una vez que hayan adquirido el conocimiento y la libertad, que van a hacer que el Paraíso sea realmente el Paraíso».
La autora destacó que la novela está llena de poesía y de reflexiones sobre la condición humana: «¿Qué somos? ¿A dónde vamos? ¿Por qué la naturaleza huamana se rebela ante la idea de la muerte y siempre estamos tratando de inventarnos la eternidad como si se tratara de una segunda patria?».
Premio Biblioteca Breve
Gioconda Belli, que el 9 de diciembre cumplirá 60 años, militó en el Frente Sandinista desde 1970, lo que la llevó, primero, al exilio y, después, una vez derrocado Somoza, a ocupar diversos cargos públicos en su país, hasta que los abandonó todos en 1994. Desde entonces ha aparecido vinculada al Movimiento Renovador Sandinista.
En 1988, cuando contaba ya con una sólida reputación como poeta -incluso con premios prestigiosos como el Casa de las Américas-, publicó su primera novela, «La mujer habitada», que la hizo mundialmente famosa. Después le siguieron obras como «Sofía de los presagios» (1990), «Waslala» (1996) y «El país bajo mi piel» (2001).
Su nueva novela ha obtenido el Premio Biblioteca Breve Seix Barral en su cincuentenario.
Gioconda Belli ha dedicado su novela «a las víctimas anónimas de la guerra de Irak», y hace notar que, en alguna parte de las tierras en las que tiene lugar, entre el Tigris y el Éufrates, «estuvo una vez el Paraíso».
Está lejos de ser una autora de un solo libro, pero parecía inevitable preguntar qué encontrará el lector en «El infinito en la palma de la mano» de aquella Gioconda Belli que, hace ahora veinte años, publicó «La mujer habitada», la novela que le proporcionó fama mundial. «Va a encontrar -respondió- a la Gioconda Belli rebelde. Ésta no es, como aquélla, una novela sobre una revolución, pero plantea una cierta revolución y tiene un final bastante revolucionario. Aquí está presente también la voluntad de cambiar el mundo. En este caso, he desafiado la idea de la especie manchada por un pecado original, un mito que está en la base de nuestra identidad como seres humanos y, muy especialmente, en el caso de las mujeres. Recuerdo que, cuando escuché por primera vez esta historia del `Génesis', me sentí horrible, por ser mujer, como Eva, la causante de la pérdida del Paraíso. Creo que todas pasamos en algún momento por la experiencia de sentirnos las malas de la película».
Sobre «La mujer habitada», afirmó que es su primera novela, pero no la mejor. «Obedece a un momento histórico muy particular de Nicaragua y de mí misma, pero mi objetivo no es reproducir el éxito de aquella obra, sino desarrollar toda mi potencialidad como escritora». Por eso ha huido del encasillamiento en la «literatura política» y ha abordado todo tipo de temas, «porque no me interesa la especialización, sino abordar la globalidad de la experiencia humana, que va más allá de la lucha política». Dicho esto, no ocultó que. «cuando llegue el momento», piensa volver a escribir una obra «más específicamente política».