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Cuatro años de los atentados de 11-M

La verdad tumbó a Aznar y Otegi la dijo el primero

El 11 de marzo de 2004, el mayor atentado registrado en Europa sacudía Madrid. Diez bombas estallaron en cuatro trenes de cercanías causando 191 muertos y unos 1.500 heridos. El empeño de Aznar en mentir a su propia ciudadanía atribuyendo el atentado a ETA provocó una revuelta social y electoral que derribó al PP.

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Iñaki IRIONDO

Las elecciones a Cortes españolas de hace cuatro años tuvieron un cierre de campaña y un final trágico e inesperado, con los atentados del 11-M. Cuando poco antes de las ocho de la mañana de aquel día las distintas emisoras de radio comenzaron a dar noticia de las explosiones, desde diversos medios comenzaron a señalar a ETA como autora de la masacre. Arnaldo Otegi se enteró de los primeros datos porque le llamó Joseba Permach diciéndole que había siete muertos. En una entrevista, Otegi reconoció que aquello le impactó, pero que desde el principio le comentó a Permach que no podía ser una acción de ETA. Como se sabe que todas sus conversaciones de aquel día están grabadas, el dirigente independentista señala, no sin ironía, que «quien tenga la cinta podrá corroborarlo». A medida que pasaban los minutos los datos sobre el número de víctimas iban aumentando y los medios seguían apuntando a ETA. Arnaldo Otegi tenía aquella mañana concertada una entrevista en Herri Irratia con Mariano Ferrer. Cuando entró en antena, poco después de las nueve de la mañana, la cifra de muertos superaba el centenar. Otegi dijo que aquello no era obra de ETA y que había que ligarlo a la guerra de Irak y a grupos yihadistas. Mariano Ferrer creyó que estaba echando balones fuera. Posteriormente recordó que en aquel momento pensó: «¡Qué listo es este tío, que como no puede asumir para ETA semejante horror se lo atribuye a los islamistas!».

El primer político en hacer una declaración pública incriminando directamente a ETA fue el lehendakari Juan José Ibarretxe, quien calificó a sus militantes de alimañas. El lehendakari abrió una puerta por la que después cruzaron sin prudencia alguna otros partidos vascos como PNV, Nafarroa Bai, Aralar y Zutik.

En medio del despropósito que supuso la actuación del Gobierno español, la intervención del Ejecutivo de Lakua ha pasado más desapercibida, pero es preciso recordar que en la tarde-noche del día 11, cuando ya existían pruebas que apuntaban al islamismo yihadista -de hecho, sobre las once de la mañana ya habían llamado de Madrid a la Ertzaintza preguntando únicamente sobre activistas islamistas- desde el Departamento de Interior se trasmitía la idea de «no os dejéis engañar. Ha sido ETA».

Un gobierno desquiciado

Las declaraciones de Arnaldo Otegi -ratificadas sobre la una del mediodía en rueda de prensa- pusieron muy nerviosas a las autoridades españolas, ya que estaban teniendo un enorme eco internacional. En la comisión de investigación del Congreso, el entonces ministro de Interior, Angel Acebes, aseguró que había puesto «énfasis» en atribuir a ETA el atentado para «evitar que los proetarras consiguieran su propósito, evidente en aquellas horas, de desviar la atención y crear confusión».

La ministra de Exteriores, Ana Palacio, vio a Otegi en la CNN haciendo unas declaraciones «a las que se les dio mucha publicidad». Sus palabras estaban provocando que los medios extranjeros solicitaran información a las embajadas. Pese a que el Gobierno español siempre ha negado credibilidad a la izquierda abertzale, resulta evidente que la comunidad internacional creía las palabras del líder de Batasuna. Por ello, el Ministerio de Exteriores envía un telegrama a las embajadas -«específicamente para salir al paso de lo que está diciendo Arnaldo Otegi», según explicó Ana Palacio al Congreso- en el que se les ordena que «deberán aprovechar todas las ocasiones que se les presenten para confirmar la autoría de ETA de estos brutales atentados, ayudando así a disipar cualquier duda que ciertas partes interesadas puedan hacer surgir».

«¿Quién ha sido?»

En pocas horas comenzaron a aparecer las pruebas que señalaban directamente a alguna célula islamista, y en las cancillerías internacionales y en los servicios secretos mejor informados ni siquiera se contemplaba otra posibilidad. Pese a ello, el Gobierno español se negaba a dejar de apuntar a ETA. En ese contexto, en vísperas de las elecciones generales del 14 de marzo, comenzó a vivirse una especie de revuelta social. Las grandes manifestaciones, convocadas para hoy hace cuatro años por el propio José María Aznar con el lema «Con las víctimas, con la Constitución, por la derrota del terrorismo», se convirtieron en masivas exigencias de información, con gritos constantes de «¿quién ha sido?». Según contó después Jaime Mayor Oreja, que asistió a la marcha de Gasteiz, «tras la manifestación supe que íbamos a perder las elecciones. Porque lo que vi en Vitoria es lo contrario de lo que vi cuando mataron a Fernando Buesa en la campaña de 2000. Ni un grito ni un aplauso. Ni siquiera nos saludamos los socialistas y los del PP. En la calle había mucha tensión y muchísimos reproches al Gobierno». Esa sensación popular se incrementó cuando ETA desmintió oficialmente cualquier participación en los hechos y toda la prensa mundial apuntaba directamente a Al Quaeda. El 13 de marzo se produjo un movimiento insólito. Convocados a través de mensajes de móviles y por el efecto de imitación que produjo que los medios de comunicación comenzaran a difundir su existencia, miles de personas comenzaron a concentrarse ante las sedes del PP en varias ciudades acusando al Gobierno de mentir y exigiendo conocer la verdad..

Entre tanto, en Euskal Herria, ese mismo 13 de marzo, un policía español que habitualmente realizaba tareas de escolta de un alto cargo, mató a tiros al panadero Angel Berrueta, miembro de Senideak, porque minutos antes se había negado a que la esposa del agente colocara en su tienda un cartel acusando a ETA de los atentados. En la misma jornada electoral, en una manifestación de protesta por la muerte de Angel Berrueta convocada en Hernani, Kontxi Sanchiz fallecía víctima de una ataque al corazón tras una carga de la Ertzaintza y en medio de la indiferencia de los agentes.

Cayó el Partido Popular

Pocas horas antes de que se abrieran las urnas, se conoció una reivindicación fiable de un grupo de islamistas, que vinculaban los atentados de Madrid con la participación española en la ocupación de Irak. Se producían también las primeras detenciones de marroquíes. Tal y como había intuido Mayor Oreja, el 14 de marzo el PP perdió las elecciones, después de que sus más altos dirigentes se vieran obligados a votar entre los reproches de muchos ciudadanos. Ahora se ha visto que no fue una caída temporal, sino que la derrota ha vuelto a repetirse.

La actuación del PP en esos días no sólo le llevó a perder La Moncloa, sino también a malgastar crédito internacional. Patinazos como obligar al Consejo de Seguridad de la ONU a atribuir las explosiones a ETA no se olvidan fácilmente. «Le Monde» publicó una caricatura de José María Aznar columpiándose con una nariz de Pinocho.

Desde que se produjeran todos estos hechos, Arnaldo Otegi ha sido encarcelado en tres ocasiones por las autoridades españolas. La última, el 8 de junio del pasado año, para cumplir una condena de quince meses de prisión por su intervención en un acto de recuerdo al militante de ETA José Miguel Beñaran Ordeñana, Argala, muerto en diciembre de 1978 en un atentado organizado por miembros del Ejército español.

 

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