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Raimundo Fitero

El espectáculo

Pues sí. No voy a esconderme. Tengo cosas que decir. Y las voy a decir. Vi varias procesiones, actos supuestamente religiosos. No había muchas más opciones, porque la selección cinematográfica era absolutamente radioactiva, y puestos a dejarnos llevar por el espíritu de la circunstancia, nada hay como acercarnos con las cámaras televisivas y sus micrófonos a los espectáculos variados que los católicos nos proporcionan en las cadenas públicas, y hasta en las privadas. Después de los llantos, de los disgustos meteorológicos, llegan los sacrificios ritualizados. Cuando las televisiones hacen el resumen de las pasiones más extravagantes, más bestias, más realistas, con sangre auténtica, con cofrades vestidos con su propia mortaja. La alucinación católica convertida en una suerte de pasaporte a la fama televisiva.

Son muchos los lugares comunes que, con insistencia desde hace muchos años, se intentan convertir en tradición, con tantos cornetines militares sonando, esas velas de concurso y esas saetas que suenan a eslogan, a reclamo de grandes almacenes. Entre todas las procesiones, espectáculos diversos, tuve la suerte de caer en el ofrecido por la cadena de televisión de la Conferencia Episcopal española, que aparece en nuestra plataforma con el nombre de TV Popular, que es uno de esos canales donde uno acude para reafirmarse en su visión del mundo al ver y escuchar a estos señores dibujando la mentira santificada.

Debo confesar, y confieso, que nos ofrecieron el mejor espectáculo de toda la Semana Santa. El mejor, pero de calle. Exactamente en las calles de la murciana localidad de Lorca, una suerte de pasacalles de romanos y judíos, pero a lo grande, con numerosos figurantes y mucho caballo. Pero mucho caballo de cuatro patas, en cuadrigas, con tiros de seis caballos en línea, una especie de espectáculo de parque temático para turistas. Lo digo en serio. El espectáculo es bueno, con buen vestuario, quizás falto de ritmo, pero la realización televisiva fue horrorosa, y la locución algo fantástico: cada vez que aparecían los personajes con unas capas preciosas nos hablaba de las cientos o miles de horas que se tardaron en confeccionarla.

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