Iniciativas estériles y eslóganes vacíos tras otro año perdido para la paz y la solución
En Euskal Herria existe otro modo de medir el tránsito anual al margen del calendario clásico de enero a diciembre o del que impone la sucesión de cursos políticos, de septiembre a julio. El día de hoy, Aberri Egu- na, supone ocasión propicia para hacer balance y valorar si el país avanza o retrocede. Y doce meses después, una vez más se constata que tampoco en este 2008 habrá nada que celebrar.
El último ha vuelto a ser un año irrelevante a los efectos de avanzar hacia la resolución del conflicto. De hecho, hace justo 365 días el Gobierno español ya recalcaba que el proceso de negociación estaba finiquitado. Aquello no era cierto del todo, como se supo después: todavía en mayo habría un intento final con un formato inédito que obligó a retratarse a todas las partes. Desde entonces, en la agenda de los mediadores internacionales -y también en la memoria de la opinión pública española y vasca- está grabada la clave del disenso final: la negativa del PSOE a aceptar la última oferta política de la izquierda abertzale -autonomía a cuatro con derecho a decidir, sin vetar la opción de la independencia-. Y también quedan certificados otros aspectos como la voluntad de ETA de desmantelar sus estructuras militares en el marco de un proceso de solución consensuado.
Desde entonces, las cosas han ido evidentemente a peor para todas las partes en conflicto; más aún, para la sociedad en su conjunto. La conclusión del alto el fuego ha derivado recientemente en el atentado contra Isaías Carrasco -quebrando una trayectoria de casi cinco años sin víctimas mortales de ETA en Euskal Herria- o en la explosión del viernes en Calahorra; los servicios de escolta se han multiplicado; los interlocutores y decenas de dirigentes de Batasuna están entre rejas; hay más presos políticos vascos que nunca; otra familiar (Nati Junco) falleció camino a prisión; la sentencia del 18/98 ha estirado el chicle del «todo es ETA» hasta límites impredecibles; EHAK y ANV también quedan proscritas...
Conformismo político, inconformismo social
De Aberri Eguna 2007 a Aberri Eguna 2008 ha pasado un año en que los indicadores del conflicto se han multiplicado, pero sus parámetros de fondo siguen intactos y más claros que nunca. Un año en el que los partidos e instituciones, encargados de ofrecer soluciones, vuelven a refugiarse en autojustificaciones, cuando no a recurrir a manidas vías represivas que rompen ya los límites del absurdo. Ahí quedan dos ejemplos de esta misma semana: la decisión de la Fiscalía de investigar a los 35.000 espectadores de San Mamés y la del Ayuntamiento de Iruñea de impedir celebrar bodas civiles a los dos concejales de ANV. ¿Alguien puede explicar qué diseño de solución hay tras acciones como éstas?
Todos estos mensajes trasladan conformismo con el enquistamiento de la situación. Y algo así se detecta también en quienes, desde formaciones abertzales, tratan de camuflar sus malos resultados electorales indicando que el electorado vasco está menos «ideologizado» («la vasca es una sociedad posmoderna», dice Iñigo Urkullu). Esa lectura no se corresponde en absoluto con el innegable caudal de ilusión que hicieron brotar Lizarra-Garazi en 1998 o el inicio del proceso de negociación en 2006. Está claro que a la ciudadanía sí le interesa la solución. De hecho, parece evidente que si una parte del tradicional electorado abertzale ha preferido votar al PSOE es precisamente porque tiene en su retina la imagen -falsa imagen, visto lo visto- del Zapatero dispuesto a intentarlo. O, puesto en pasiva, que ha decidido dar la espalda al PNV por su irrelevancia durante dicho proceso negociador; una irrelevancia manifestada tanto en la incapacidad de mantener una posición autónoma en Loiola como en su ausencia en el intento de mayo.
Iniciativa, implicación, imaginación
Digan lo que digan las interesadas valoraciones postelectorales, pasar la página del conflicto político y armado es una prioridad para la sociedad vasca, aunque en este momento lo exprese más a través del hartazgo que de la movilización. Una sociedad necesitada de líderes que no vendan impotencia, sino iniciativa; que no trasladen conformismo, sino implicación; que no se pregunten qué puede hacer su país por ellos, sino qué harán ellos por su país; que no reproduzcan errores, sino que ensayen caminos nuevos e inventen si es preciso.
El ex jefe de gabinete de Tony Blair acaba de publicar que éste se ofreció a reunirse personalmente con los dirigentes del IRA para tratar de sacar al proceso irlandés de uno de sus atolladeros. Sea o no cierto el episodio, a su amigo Zapatero no le hubiera hecho falta tanto: habría bastado con cumplir e implementar los acuerdos cerrados entre sus representantes y los de ETA en 2005 para llevar a cabo un proceso de resolución definitiva. Pero prefirió no arriesgar y dejar las cosas como están.
Otro tanto ocurre con el PNV, que propondrá hoy al PSOE un lavado de cara del Estatuto de Gernika sin más pretensión que estabilizar la actual situación, a tenor de lo que adelanta. Que oficialice su oferta a la baja en un día como el Aberri Eguna resulta especialmente significativo a los ojos de todos los abertzales.
Los ejercicios de márketing -versión talante o versión Plan Euskadi 2020- no sirven a estas alturas para engatusar a una sociedad vasca que soñará otro Aberri Eguna más con un futuro en solución y en paz.