Tahar Ben Jelloun 2008/3/22
¡Los inmigrantes no existen!
EL PAÍS
Los inmigrantes no existen. Al menos, a juzgar por las novelas francesas de los últimos tiempos. En cambio, las páginas de periódicos y revistas hablan de ellos, sobre todo, cuando se producen dramas y crisis. Es más, se habla más de los clandestinos que de los inmigrantes establecidos legalmente. Si caracterizamos al escritor como testigo de su época, los escritores franceses de hoy no están siendo testigos de la realidad de la inmigración.
(...) ¿cómo es posible que los escritores y cineastas franceses más importantes, reconocidos y famosos no presten atención a los asuntos relacionados con la inmigración? (...) Quizá porque los inmigrantes se han vuelto o invisibles o molestos. El racismo está presente, cultivado y desarrollado pese a la lucha de las asociaciones antirracistas. Lo mismo podría decirse de la clase obrera en general. Hay miedo a hacer novela social o, peor aún, psicológica. Lo mismo ocurre en Alemania, donde la inmigración turca no penetra en la imaginación de los autores alemanes importantes. En el Reino Unido existen hijos de inmigrantes -como Hanif Kureishi (de padres paquistaníes), Zadie Smith (padre británico, madre jamaicana) y Ben Okri (Nigeria)- que, al escribir sobre sí mismos, son testigos indirectos de la situación de los inmigrantes. Pero no podemos decir que su literatura sea un "reflejo de la inmigración". Por el contrario, la cuestión del islamismo, inquieta a los intelectuales europeos; los novelistas ingleses Martin Amis e Ian McEwan predican odio al islam, hasta el extremo de asimilar el islamismo radical con el nazismo.
(...) Los inmigrantes no sólo contribuyen al desarrollo económico de Europa, sino que cambian su paisaje humano, aportan otras lenguas y culturas y crean mestizaje. Ésa es la realidad. Que no es pasajera ni superficial. (...) Los inmigrantes están ahí para quedarse, ellos también practican el sexo, y de ahí nacen niños, y éstos ya no son inmigrantes, sino europeos que vivirán en Europa y formarán parte del imaginario europeo, un tejido formado por distintos materiales y colores diversos.
Para terminar, una observación personal: desde que descubrí, a finales de los años sesenta, cómo trataba Francia a sus inmigrantes, no he dejado nunca de escribir sobre esa situación. He escrito ensayos y novelas cuyo tema central es el inmigrante, la soledad, el racismo. (...) Ha sido una manera de sentirme lo más próximo posible a mi tiempo.