De cómo el modelo cooperativo puede ser el más adecuado para un sector como el de la ingeniería informática
Habitualmente aparece en los medios de comunicación por temas que tienen que ver con su militancia política, pero esta vez ha sido la tesis relacionada con su formación, la de economista, lo que ha impulsado a GARA a entrevistarlo, una tesis doctoral que presentó en Burdeos en otoño.
Arantxa MANTEROLA
Su título es «Entreprises cooperatives et risque stratégique: le cas de la société de services informatiques SEI» y ha sido elaborada por Xabi Larralde que explica-y agradece sobremanera por inusual- la ayuda de la empresa SEI (Systèmes d'Equipements pour l'Informatique) por haber puesto a su disposición toda su documentación, «toda, incluida la muy interna» -insiste- para su trabajo de campo, hecho excepcional motivado por el deseo de los responsables de realizar un estudio tras el cierre de la empresa.
El estudio práctico de la trayectoria de la empresa bayonesa, emblemática en el cooperativismo de Ipar Euskal Herria, que llegó a contar con 300 empleados y delegaciones y filiales en París, Burdeos, Toulouse, Pau, Andoain, Barcelona y Madrid, constituye uno de los tres bloques en los que ha construido su teoría sobre economía industrial.
La empresa creada en 1976 conoció un desarrollo extraordinario y fue puntera en el entonces muy innovador campo de la informática, llegando a ser a principios de los 90 la primera sociedad de servicios informáticos en la región de Aquitania. En 1994, sin embargo, cerraba sus puertas tras declararse en quiebra y sus activos eran vendidos a Fagor, IBM y Fournier-Grospaud..
Larralde puntualiza que casi siempre, sea en tesis o en obras especializadas, se reflejan historias de éxito (success story), por ejemplo en el caso de las cooperativas, la de Irizar, pero considera que eso es tener una «perspectiva muy limitada» porque también se puede aprender mucho de los fracasos. «Se da por hecho que los que triunfaron lo hicieron porque eligieron el buen camino, porque hicieron todo bien o porque tenían razón. Pues no siempre es así, y en este caso he querido demostrarlo» matiza.
Para entender qué es lo que realmente sucedió, ha sido preciso colocar la experiencia de SEI en un contexto muy específico ya que, debido a su actividad, la empresa se vio obligada a adoptar una estrategia a largo plazo que conllevaba, a determinados niveles, la adopción de compromisos cuasi-irreversibles que hacen difícil dar marcha atrás.
A primera vista podría pensarse que entonces SEI no acertó en dicha estrategia pero sería no conocer el sector de la informática ni el contexto económico de la época que provocó, en un momento dado, la caída de una empresa que conocía un desarrollo impresionante. Larralde lo explica en parte por un shock coyuntural, (crisis económica sumada a crisis en el propio sector) que se da en la década de los 90 y que alcanza a SEI en una fase de crecimiento fenomenal.
2º bloque: Cooperativismo
Por otro lado, para intentar entender la influencia que el status de cooperativa pudo tener en la elección estratégica y en la trayectoria de SEI, Larralde ha analizado una «parte ínfima» de la teoría del cooperativismo en la economía, lo que constituye el segundo bloque de su investigación. Huelga decir que, para ello, el recién graduado doctor ha hurgado en ingente bibliografía y desmenuzado las principales teorías económicas al respecto. Así, mucho más de lo que suele pensarse, la discusión sobre el sistema cooperativo está en el centro de los debates sobre la «teoría de la firma» en la economía mundial.
Dos importantes teorías guiaron en los 90 el debate sobre el «buen gobierno» de la empresa: La primera, denominada «teoría institucional» que interroga sobre la razón por la que existen las empresas (entes organizados que funcionan a largo plazo y más allá de la confrontación permanente entre la oferta y la demanda) si se da por hecho que el mercado es la forma de regulación más eficaz de las relaciones económicas. La segunda es la «teoría de los derechos de propiedad» que, entre otros, justifica que en la empresa son los que poseen el capital (accionistas) quienes deben decidir y no los trabajadores. Dicho de otro modo: se presupone que las empresas capitalistas son más eficaces que las empresas cooperativas.
La respuesta a la primera pregunta es simple: existen entes organizativos tales como las empresas que ofrecen contratos de trabajo a largo plazo porque es indispensable que mantengan en su seno recursos de producción específicos, en especial la de trabajadores altamente cualificados y que posean un «savoir-faire» confirmado. En lo que respecta a la segunda, las dos teorías coinciden en el argumento según el cual las empresas capitalistas predominan porque las cooperativas no serían aptas para gestionar un nivel elevado de riesgo.
Es necesario saber que en todas estas discusiones, junto con el sistema autogestionario de la ex-Yugoslavia de Tito, son las cooperativas de Arrasate los únicos casos concretos, a nivel industrial, que son tomados como referencia por los grandes autores de las teorías de empresa.
3º Bloque: Sector
Larralde, pues, se ha esforzado en comprender la trayectoria de SEI interrogándose sobre si dicha cooperativa ha sabido gestionar el riesgo. Pero ¿cómo definir el `riesgo' y caracterizar su alcance en un sector tan específico como el de los servicios informáticos o nuevas tecnologías (NT), sector que, -declara- «también muchos marxistas o neo-marxistas analizan en la actualidad porque su trayectoria rompe las principales leyes del modelo liberal», en particular el referente a la influencia o efecto de los denominados gastos ineludibles en un sector en el que la investigación es esencial y, en consecuencia, las inversiones en I+D a largo plazo se hacen indispensables.
Precisamente, la crisis del sector de la programación y de los servicios informáticos de finales de los 80 y principios de los 90 ha sacado a la luz un «error colectivo» de los analistas financieros respecto a la evaluación del riesgo.
«Cuando se profundiza un poco más la cuestión de la validez de ciertos modelos de análisis financieros -puntualiza Larralde- uno se da cuenta de que las hipótesis supuestamente «básicas» sobre las que se fundamentan no han sido en modo alguno verificadas. En concreto, la existencia de una relación lineal y positiva entre un nivel elevado de riesgo y un nivel elevado de rentabilidad no ha sido demostrada por ninguno de los estudios estadísticos realizados por los grandes autores de la economía industrial. Por lo tanto, si determinadas hipótesis de modelos financieros no son válidas, las recomendaciones formuladas a partir de las mismas, tampoco lo son» apostilla.
El recién doctorado, apunta en particular a las exigencias sobre el nivel de los índices de rentabilidad de capital próximos al 15% que eran muy habituales en los años 90, índices que estaban, según él, dirigidos a satisfacer a los accionistas, es decir favorecen una «economía de rentistas» en detrimento de la inversión en las empresas, de la consolidación de sus actividades y, por ende, de los empleos que engrendan.
En el caso de un sector como el que le ocupa, lo que está en juego es la «naturaleza inmaterial» de su actividad y la incapacidad de los modelos financieros para valorar los niveles ligados tanto a la capacidad y savoir-faire del personal como a los procedimientos organizativos internos de las empresas del sector. Matiza Larralde que «más que a los modelos financieros de evaluación del riesgo», habría que referirse a los «modelos de análisis estratégico del riesgo».
Apunta en este sentido a diferentes «artículos fundamentales» entre los cuáles los escritos por Michael Porter (quien popularizó la idea del cluster) en los 70 que, implícitamente subrayaban la noción de «gastos ineludibles» que fue retomada una década más tarde por la denominada «teoría de los mercados constestables».
Partiendo de una visión estratégica del riesgo, cree Larralde que la actividad de SEI en el sector de la programación y de los servicios informáticos conllevaba, en efecto, la toma de riesgos estratégicos puesto que la mayoría de las prestaciones que ofrecía tenía que ver con la «ingeniería de sistemas» que consiste en ocuparse de la concepción y puesta en marcha de la totalidad de un sistema informático. Nada que ver, por lo tanto, con la actividad de la mayoría de las empresas del sector -como la firma Cap Gemini Sogeti, líder en el mercado europeo- que ofrecían principalmente asistencia técnica consistente en enviar personal cualificado a los clientes, es decir, en ejercer de cierto modo como una ETT de personal informático.
La opción de SEI por la ingeniería de sistemas le llevó a lanzarse en apuestas tecnológicas muy audaces. La cooperativa fue, por ejemplo, de las primeras sociedades de servicios informáticos en el Estado francés en adoptar, ya en 1985, el sistema de explotación UNIX, el primero de los sistemas libres no ligados a ninguna marca de materias informático.
Para Larralde, la elección estratégica de la ingeniería de sistemas de SEI era «totalmente coherente con el status cooperativo de la empresa pues la asistencia técnica requería, en función de los avatares de la actividad, mucha flexibilidad a nivel de personal lo que es incomptible con el modelo cooperativo. La ingeniería de sistemas informáticos necesita, en cambio, una colaboración estrecha, un trabajo de equipo y una identificación fuerte con la empresa, lo que le permite remodelar los equipos de proyectos en función de las necesidades tecnológicas que planteen los contratos obtenidos.
Conclusiones
Concluye el analista que los pasos dados por SEI eran «coherentes con la opción estratégica adoptada al principio».
De esta experiencia, además, ofrece una aportación al debate teórico-ideológico en torno a los modelos económicos. Deduce Larralde que «la pérdida de la propiedad conlleva la pérdida del poder de decisión, en particular, la de los trabajadores». El sector de las nuevas tecnologías demuestra que, a pesar de la importancia de las cuestiones financieras, el recurso estratégico más importante es el recurso humano: «son las personas, su competencia intelectual, su savoir-faire». Estima, asimismo, que para funcionar correctamente son necesarias formas de funcionamiento más horizontales, menos jerarquizadas: «En lo que ya se denomina la `economía del conocimiento', llamada a ser fundamental en un futuro próximo, el auténtico valor añadido son las personas por lo que deberían ser ellas quienes tuvieran el poder de decisión en el ámbito en el que trabajan».
Como no podía ser de otra manera, Larralde termina con una reflexión política destacando, la influencia e interrelación obvia de la economía con otras disciplinas científicas y también con la política: «En la sociedad, como en la empresa hay muchos aspectos coincidentes que nos llevan a las mismas conclusiones: un aspecto esencial, cual es el derecho a decidir que es lo que da poder en una empresa y también en una sociedad o en un pueblo y, por apuntar otro igualmente esencial, el de la democracia. ¿Cómo aceptar que vivimos en sociedades democráticas con un sistema capitalista en las que la relación laboral es calificada, incluso por economistas de tanto renombre como el nobel Herbert Herbert Simon como una relación autoritaria? ¿Cómo calificarla de democracia cuando nos pasamos un tercio de nuestras vidas supeditados a una autoridad sin derecho a decidir nada a cambio de un sueldo que nos permita subvenir a nuestras necesidades? ¿Dónde está la libertad?» remata rozando la filosofía.
En un paréntesis de la exposición de su tesis, Xabi Larralde subraya la importancia de la experiencia del cooperativismo vasco. Una vez extinguida la autogestión de la antigua Yugoslavia de Tito, el modelo cooperativista de Arrasate es el único caso en el mundo que persiste como referencia insoslayable en los debates teoricistas de la economía industrial. «Es, -según Larralde-, una aportación, un valor universal del que apenas tenemos conciencia los propios vascos».
En contrapartida, lanza una enérgica crítica al grupo MCC por su actitud en general y en particular por la de uno de sus dirigentes que argumentó recientemente, con ocasión del cierre de la delegación de Fagor de Donibane Lohizune tras la compra por ésta de Brandt, que en Ipar Euskal Herria no existía ni experiencia ni cultura cooperativista.
«Este tipo de afirmaciones son totalmente falsas e hirientes, -manifiesta Larralde- máxime cuando he constatado que MCC apenas ha prestado atención al movimiento cooperativista de Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa y ello a pesar de que los cooperativistas de aquí, incluidos los de la extincta SEI, se consideraban `hijos' de las cooperativas de Arrasate».