Wyoming contó una vez que su mejor trabajo fue un verano que estuvo en un periódico de gran tirada. Se dedicaba a hacer las necrológicas. Y las escribía por adelantado, apostando quién se iría aquel estío de este sitio. Era el más rápido de todos. Sospecho que tendrá la de Francisco Ayala en la recámara. El escritor ha cumplido nada más ni nada menos que 103 años. Felicidades a su madre, a nuestra madre naturaleza, a su mujer, a su dieta y a sus amigos. Muchas personas nunca celebran sus aniversarios. Quizá no los recuerdan. Otros lo hacen reparando exclusivamente en la subjetividad con la que interpretan el espacio y el tiempo. «Hace 567 minutos que nos conocemos; váyamos a celebrarlo». Y los más formalistas y ortodoxos miden su experiencia y la nuestra con números más o menos cabalísticos que se han convertido en cantidades redondas inevitables. «25 años de paz» se llamaba la campaña de 1964 que recordaba el final de la Guerra Civil. Y después de ese hito, todo se ha celebrado en nuestro país verde cada 25 años.

25 años de vida de la UPV/EHU, 25 años de juventud en AEK, 25 años de la aparición de ETASA (vide Alvarez Rabo), el Aberri Eguna de Itsasu y todo lo que les quepa dentro de este número quinquenal y romano que se ha convertido en todo un referente vital (ahí va el aniversario de la Vital alavesa) para cualquier grupo humano. Este año también celebraremos todos juntos el cuarto de siglo de vida de Euskadi Irratia. Zorionak aldez aurretik! La verdad es que hemos tenido los mismos motivos para cerebrar cada una de los mencionados cumpleaños a los 13 o a los 18 inviernos. Pero por razones a descubrir, son los cinco lustros los que dan plata a cualquier vivencia de tipo conyugal, empresarial o simplemente comunal. Después de 25 veces podemos aceptarnos como ente. El versátil diafragma de nuestra memoria en el espacio mide la historia del tiempo despacio. La velocidad entrópica en la que se mueven los de 25, sin embargo, pronto alterará estos parámetros. Hala bedi 25!